Muchas gracias a todos los que os habéis pasado por aquí durante todos estos años.

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¡Un abrazo!

No me busquen

No entiendo que la gente tenga armas en casa. No entiendo que exista una asociación como la National Rifle Association y me costaría empatizar con el presidente de un club así pero resulta que soy fan de muchas de las películas de Clint Eastwood. Que le voy a hacer. Es más, Manuel Jabois me parece un tipo inteligente y a pesar de su madridismo militante me veo muchas veces coincidiendo con él en sus argumentos. Tengo muchos más ejemplos. ¿Cuestiona lo anterior mi espíritu antibelicista o mi colchonerismo? Creo que no pero hay tanto profesional de la etiqueta que uno ya no sabe. ¿Soy un tipo incoherente? Puede ser pero prefiero pensar que los seres humanos somos más complejos de lo que nos quieren hacer ver y que la diversidad, lejos de ser un problema, es fundamentalmente un tesoro. 

No creo que todo sea blanco o negro. Es más, tiendo a pensar que nada lo es. 

Por partes. 

No conozco a nadie que quisiera irse del Vicente Calderón. A nadie. Si das a elegir entre gastarse un dineral en construir un nuevo estadio o gastarse lo mismo (o menos) en arreglar el actual estoy seguro de que el 100% de mi entorno hubiese elegido la segunda opción. Es raro encontrar tanta unanimidad en algo. ¿Por qué se decidió entonces ir en contra de la voluntad popular? No lo sé. Tengo mi sospecha (y no es muy optimista) pero ni los estamentos oficiales ni el periodismo profesional me han ayudado demasiado a sacar conclusiones, la verdad. Dicho lo anterior, reconozco que ya tengo asiento reservado en el Wanda Metropolitano. ¿Soy un vendido? Puede ser pero prefiero pensar que lo que soy es del Atleti. Eso sí, no me pregunten qué es ser del Atleti porque hoy tampoco lo tengo muy claro. Lo que sí tengo claro es que es tan importante para mí que no puedo renunciar a dejar de verlo jugar en directo. Lo siento pero soy así de básico. 

Asumido que nos vamos a otro Estadio (y podemos seguir sin asumirlo pero sería como tomarnos nosotros mismos el veneno para intentar que se mueran otros), asumidas los condicionantes que suponen participar en este circo del fútbol moderno (ídem) y asumidas todas las premisas, el nombre elegido no me disgusta. Eso no significa que me guste tener que asumir lo anterior pero apelo a la inteligencia del lector para no tener que seguir justificando y matizando cada frase que escribo. El nombre me parece un encaje de bolillos muy hábil e impropio de una directiva que no es famosa precisamente por hacer guiños a la historia. Prefiero Metropolitano a cualquier nombre de jugador porque siempre habrá otro jugador diferente que se lo merezca más. El Wanda no es que me emocione pero va a suponer el 3,5% de los ingresos del equipo. Visto así, puedo vivir con ello. Preferiría que no estuviese igual que preferiría que no hubiese publicidad en las camisetas o que todos los jugadores fuesen de la cantera pero puestos a tener que sacrificar una ficha prefiero que sea un Peón y no la Reina. 

¿Y el escudo? Dejémoslo claro desde el principio. Me parece horrible. Eso sí, más allá de gustos me parece una torpeza realizar un cambio de esas características de espaldas a los aficionados. Aunque éstos sean considerados los clientes. Piénsenlo. Ningún empresario con cierta preparación lanza un nuevo producto al mercado sin hacer antes un mínimo estudio de mercado. No era tan difícil además, señores del Atlético de Madrid. No les costaba tanto. Por supuesto que hubiesen tenido rechazo pero lo están teniendo igualmente ahora. ¿Qué más les daba elegir algo, con las mismas características de lo que se buscaba, pero que pudiese haber encajado mejor? Puedo llegar a entender lo de la cuatricomía, el sentido de evolucionar y cualquier otra leyenda de Nibelungos que me quieran contar ahora pero no sobre hechos consumados. Me parece una soberana muestra de torpeza. Y no me refiero al resultado (para gustos los colores) ni al hecho de querer cambiar el escudo (muy lícito) sino al hacerlo de espaldas al aficionado. Al cliente, para que lo entiendan todos. 

Dicho lo cual, el fin de semana ha sido un horror. No porque el nombre del estadio o el diseño del nuevo escudo me guste más o menos sino porque esas diferencias de criterio no han provocado un debate interesante sino una guerra civil insoportable. Una guerra civil entre hermanos, que es como son todas las guerras civiles. Una guerra civil entre abanderados de una supuesta identidad inflexible e intolerante (en la que sinceramente no me reconozco) y los defensores de un supuesto e irrenunciable orden mundial (que sinceramente me repugna). Una pelea estúpida no ya por ver quién la tiene más larga como atlético sino por marcar a fuego, con una onerosa línea de pinchos infectados, la entrada a tan “selecto” club. Despreciando al diferente. Insultando al que se sale de la línea. Repartidores de carnés, a uno y otro lado, que arengaban a la masa mientras marcaban con una letra escarlata a aquellos que osaran no sumarse a la causa. La suya, claro. ¿Qué causa? ¿qué carnés? ¿que guerra? 

No me busquen en el frente. No me busquen tampoco en la retaguardia. Si les interesa estaré en el Calderón. Bueno, donde juegue el Atleti. Armado de bufanda y con ganas de debatir, no de pelear.

@enniosotanaz

Presente.

Como bien predijo Maslow en su famosa teoría de la pirámide, los anhelos humanos varían significativamente en función de las necesidades básicas que tengas satisfechas. Simeone heredó hace años una institución en ruinas. Bueno, una institución instalada en la mediocridad que es probablemente mucho peor. Entonces, el grupo de humanos que conformábamos la afición del Atlético de Madrid, teníamos unas carencias demasiado significativas como para poder pensar en otras más elevadas. Cuando el argentino debutaba en Málaga recuerdo que mi mayor ilusión no era la Champions sino que el Atleti no volviese a hacer el ridículo. 

Es evidente que cuando quieres salir de una agujero lo mejor que puedes hacer es dejar de seguir cavando. Simeone, tipo listo, decidió parar la máquina de los los sueños megalómanos y preocuparse exclusivamente del día siguiente. Convenció a los suyos de que la solución nunca llegaría de fuera por más que la esperaran. Que si existía estaba dentro. Que existía. Nos abrió los ojos y nos hizo ver que los rivales no estaban viendo al Atlético de Madrid de nuestros corazones sino a un equipo al que podían ganar fácilmente. Veían eso porque nosotros mismos nos mostrábamos así. Líquidos. Llenos de dudas. Conocedor de la peculiar idiosincrasia colchonera, sabedor también de que suelen ser más generosos precisamente los que no tienen nada, decidió plantar ahí su primer pilar. En la gente. En ese espíritu legendario del que solemos sacar pecho. Sí, quizá con un punto demagogo pero funcionó. Aisló su pequeña república del imperio mediático que tanto mal nos hacía, miró al suelo y se puso a trabajar. 

Simeone construyó su imperio con lo que tenía y no con lo que pidió. Construyó un búnker en el campo porque una de las reglas del fútbol más sólidas dice que si no te meten goles no pierdes. Encontró laterales que no eran. Hizo buenos futbolistas con los que antes eran malos simplemente haciéndoles jugar como equipo. Los jugadores, tan perdidos y humillados como los aficionados, se entregaron en cuerpo y alma viendo que aquello podía funcionar. Apareció la magia. Apareció un equipo. Un equipo que hizo de la necesidad virtud. Que convertía cada marcha de una de sus estrellas en una oportunidad para reinventarse. Un equipo que tenía sólo tres cosas pero que esas tres cosas las hacía de maravilla. 

Algunos años después el Atlético de Madrid es uno de los grandes de Europa. En espíritu y en números. En ese tiempo lo hemos ganado “todo” y si no puedo quitar las comillas para que el concepto sea literal es únicamente por una anécdota y porque, en el fondo, esto es fútbol. 

Algunos años después todo ha cambiado. ¿Todo? Lo mismo ese es el problema. 

Hemos pasado de hacer de la necesidad virtud a hacer de la virtud necesidad. Cuando Falcao se marchó para hacerse millonario el equipo se adaptó al juego de Diego Costa (jugador que ya estaba, que había estado a punto de salir y que había estado cedido antes en mil equipos). Costa rompió en crack. Hoy queremos que Gameiro (que llegó tras un desembolso multimillonario porque así lo exigía una afición que cada vez tendemos más al canibalismo) sea Diego Costa. Antes el Atleti montaba una roca delante de la portería de cualquier estadio del mundo y a todos (menos a los listos de la radio) nos parecía el tercer movimiento de la novena sinfonía de Beethoven. Hoy exigimos jugarle abierto al Bayern de Munich y ganar con solvencia. Antes no había problema por jugar replegado contra nadie pero hoy todos los equipos (menos los dos de la galaxia corrupta) se cierran como lapas cuando juegan contra el Atleti. Dentro y fuera del Calderón. Antes un empate podía no ser tan mal resultado visto en perspectiva. Hoy no hay perspectiva y un empate es siempre el infierno. 

Alguien pensará que estoy haciendo apología del pasado. Nada más lejos de la realidad. Estoy haciendo apología del presente que es lo que nos ha hecho grandes. El Atleti nunca volverá a ser ese equipo humilde que cogió Simeone. Nunca podrá volver a jugar igual. Ni aunque volvieran Raúl García y Diego Costa. Tampoco será nunca la fotocopia barata del Real Madrid o del Barcelona que pretende ver el aparato mediático (y sus locos seguidores). Una especie de marca blanca que funciona con las mismas instrucciones, los mismos esquemas y los mismos reflejos. 

Ninguna formula es eterna. Simeone nos ha hecho grande sabiendo reinventarse cada día con lo que tenía y eso es lo que hoy hecho de menos. Creo que el manido “cambio de estilo”, tan cacareado en los medios de comunicación, no responde a un capricho estético de nadie sino a una necesidad de guión. Es imposible jugar como antes (si quieres ganar, claro) frente a equipos que, como el Español, plantan ocho jugadores en el área todo el partido. Y no es el Español. Es el noventa por ciento de los partidos que nos vamos a encontrar. Desde el PSV al Leganés. 

Creo que Simeone lo sabe pero que no encuentra la tecla. Resulta que es humano. También creo que el primer pilar sobre el que plantó su proyecto, nosotros, está cediendo. Necesitamos ser conscientes de ello. 

Paciencia.

@enniosotanaz