Siempre compitiendo
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Torres
Me resulta muy difícil determinar si el foco
está en un sitio o en otro. Si el efecto
viene provocado por la infecta costra mediática que rodea al equipo (esa heterodoxa mezcla de profesionales, payasos y quiromantes que monopolizan las redacciones patrias) o viene desde
otro lugar. Si el aficionado al fútbol del Real Madrid, el de verdad y no el
que compra camisetas y alpiste, tiene realmente algo que ver con esta
suerte de circo tóxico o no. Si los jugadores son de verdad tan superficiales como
los vendedores de crecepelo nos quieren hacer ver o sienten la misma vergüenza ajena que puedo sentir yo. No lo sé, pero desde hace años enfrentarse al Real Madrid,
en cualquier momento y en cualquier circunstancia, es insoportable. No por lo
que ocurre en el césped, que suele ser bastante normal, sino por lo que sucede
fuera. Por ese espeso mantra constante de soberbia e intolerancia del que es imposible
huir. La folclórica campaña en pro de "la remontada" que han montado los medios durante
toda la semana, como si el Real Madrid se enfrentase a un equipo de la antigua
República Democrática Alemana y no al vigente campeón de la liga ESPAÑOLA que, sorprendentemente, juega a pocos kilómetros de la puerta del Sol, ha sido repugnante, ofensiva y bochornosa. Pero no es nada nuevo. No es la primera ni
será la última vez que montan un vodevil pornográfico del mismo calibre. Todo
vale con tal de vender “ilusión”. Desde insultar a los muertos hasta despreciar
a cualquiera que se muestre diferente. Siempre desde la intolerancia. Siempre
desde la soberbia. Ahora todo se les ha ido por el desagüe, basta mirar el marcador, pero nada cambia. Nada cambiará. No
puede hacerlo porque eso abriría la posibilidad de tener que empezar a reconocer su
propia miseria.
El Atlético de
Madrid ha conquistado la siguiente eliminatoria de Copa eliminando a un equipo
que es mejor. Un equipo sin jugadores reservas con un potencial endiablado. El
único que equipo del mundo que, reconozcámoslo, es capaz de hacerte sufrir
sabiendo que para ganar tiene que marcarte cuatro goles en 40 minutos, algo que
nunca nadie te ha hecho antes. Y se
sufrió, sí. Sin razón, probablemente, pero se sufrió. A pesar del gol de Torres
en el primer minuto del partido que afianzaba la eliminatoria, destrozaba el
ego de esos anti-todo que despotricaban de la vuelta del muchacho de
Fuenlabrada y demostraba que ese tipo, el que sigue conservando la cara de niño, tiene verdadero ángel. Le falta velocidad y fondo pero ha quedado claro que
Torres viene a sumar y él lo sabe. Pero ni el 0-1 dio tranquilidad. El Madrid
tiró de orgullo para encerrar al Atleti y embestirlo violentamente. Una y otra
vez. Jugando muy bien, por mucho que esos analistas de garrafón quieran
explicar ahora cualquier victoria del rival como una derrota de su equipo, el Real
Madrid. Con el empate en el marcador consiguieron incluso descentrar a la
tradicional roca que es el equipo de Simone. Se me ocurren pocos equipos en el
mundo que puedan aguantar en pie un asedio como ese, la verdad, pero el Atleti
es uno de ellos. Los segundos 45 minutos fueron otra cosa gracias a Dios.
Primero el segundo gol del “niño” y después la salida de Turan, pusieron las
semillas para construir una segunda parte de ensueño. Jugando en campo
contrario, teniendo el balón, entendiendo el partido y compitiendo. Siempre
compitiendo.
El Atleti sigue
vivo en un torneo que seguramente va a suponer un desgaste letal en otras
competiciones. Yo mismo he sido muy crítico con disputar la Copa a tope
sabiendo lo que había por delante, pero el Cholo volvió a dar ayer otra lección
de fútbol cuando dijo en rueda de prensa que a él le habían enseñado a que seguir en
el torneo es siempre mejor que quedarse fuera. Y tiene razón, como siempre.
Ahora espera el Barça. Otro hueso duro. Otra batalla terrible. Otro drama. Pero
eso es lo que tienen los equipos grandes, que nunca pueden bajar los brazos.
Por mucho que desde que el colegiado pitase el final del partido en el Bernabéu
todos supiéramos que, con toda seguridad, la Copa del Rey pasaba a ser considerado un titulo menor por
la prensa del monopolio.