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¡Un abrazo!

¿Oficio?


Granada FC 1 - At. Madrid 2

Analizar el fútbol a posteriori es siempre mucho más fácil. Es obvio que existen verdaderas odas literarias dedicadas al deporte rey y yo me declaro admirador de muchas de ellas pero todas tienen truco. Conocido el resultado se busca entre el potaje de datos y hechos que se han cocinado durante 90 minutos para que, con mayor o menor talento, se elija ese puñado concreto que lo explique todo. Que explique lo que queremos explicar. En ocasiones, muchas, se recurre a espacios generales, esos lugares comunes que todos conocemos sin tener que explicar demasiado, para trazar un relato creíble. En otras ocasiones, como la de hoy por ejemplo en las que no ha ganado el mejor equipo sobre el campo y que además el ganador lo ha hecho sin desplegar un fútbol acorde con su nombre y su posición en la tabla, se suele hablar de oficio. El equipo ha tenido oficio, dicen. El oficio de los ganadores, claman a modo de titular autoexplicativo. Francamente, nunca he tenido claro que significa eso. Hablaban de oficio cuando los equipos de Caparrós se dedicaban a dar patadas durante horas y horas en las que no se podía hacer rodar el balón. Hablaban de oficio cuando Aguirre plantaba el autobús en su área y le decía a los recogepelotas que no soltasen el balón tan rápido. Pero también hablaban de oficio cuando el Real Madrid tiraba únicamente de su proverbial suerte y ganaba contra pronóstico. Si todo eso es oficio yo prefiero ganar de otra forma. El Atlético de Madrid, desde mi modesto punto de vista, ha ganado hoy porque sus sistema defensivo sigue siendo el principal bastión de este equipo (y el último que se desajusta), porque el Granada es un equipo sin gol y con serias dificultades para terminar jugadas y porque ha tenido suerte. Decir otra cosa, buscar perífrasis de ambrosía literaria para eufemísticamente encontrar razones más románticas sería estúpido. Además creo que no hace falta. No mientras lo de hoy no se convierta en norma y se quede en ese hecho puntual que dice, sin ambigüedades, que el Atleti también gana así.

La primera parte del Atleti fue horrible, pero mucho mérito para que así fuese corresponde al equipo rival, el Granada de Lucas Alcaraz. El lenguaraz y generalmente algo engreído entrenador del equipo nazarí había jugado su particular prepartido en los rotativos deportivos. Haciendo gala de su verborrea tóxica, bastante conocida al la rivera del Manzanares desde los infernales tiempo de segunda división, había decidido meter presión a los árbitros en esa otra suerte de “el otro fútbol” que algunos también confunden con oficio. Puede que el tiro le saliese por la culata. Si ha sido así me alegro por ello. Además, viendo a su equipo sobre el césped se comprende todavía menos esa actitud de perdonavidas. Su equipo jugó mucho y bien, siendo claramente superior al rival en muchas fases. Ganando en intensidad, algo que teniendo enfrente al Atleti es ciertamente meritorio, imponiéndose claramente en la zona medular, robando rápido, practicando una presión más que decente y manejando mucho mejor el balón. Sólo faltó crear ocasiones de gol y culminar, eso que cuesta tantos millones de euros. Enfrente tenían un Atleti apático y con un punto especulador, que abusaba del pase largo y que sólo veía el balón de lejos. 

La lamentable planificación deportiva que se hace en los despachos del equipo rojiblanco (sí, lamentable), hace que la escasez de jugadores de enganche sea pertinaz. Apenas Turan y ese fascinante todocampista que es Koke. Este “pequeño” detalle, evidente desde hace años, obliga a Simeone a fabricar encajes de bolillos cada vez que hay un lesionado y esa es, me temo, la razón por la que saltamos con tres delanteros al campo. Algo que puede sonar ofensivo pero que a mí no me gusta teniendo en cuenta como juega el Cholo. La realidad es que hoy el centro del campo se ha resentido. Adrían y Villa no ayudan y los Gabi, Mario y Koke se veían superados por el buen hacer del equipo andaluz. Aun así la mejor ocasión en la primera parte fue para el Atleti, con un remate de cabeza de Diego Costa que se encuentra el portero. Pero cuando el medio tiempo estaba apunto de aparecer, llegó un penalty. Balón al área que Villa protege bien con el cuerpo (eso el Guaje lo hace como nadie) y al que Mainz, impotente por perder la posición, arroya de forma inocente. Para mí, a pesar de las protestas, es penalty claro.

La segunda parte tuvo mejor pinta para el cuadro madrileño y algo peor para el granadino. El panorama, en esencia, no cambió demasiado pero el Atleti asumió con mayor tranquilidad su actitud contragolpeadora y pareció tener más claras las ideas. El Granada bajó un punto la intensidad (probablemente por el cansancio) y subió otro punto la asumción de riesgos, lo que provocó la salida peligrosa del equipo rival. Así, con este panorama, durante muchos minutos no pasó nada. El Granada se chocaba con la defensa colchonera, incapaz de hacer una ocasión y el Atleti, alérgico al balón, pocas veces conseguía conectar alguna combinación de pelota que pudiese ser definida como jugada. Pero de nuevo las mejores ocasiones (las únicas, de hecho) volvieron a ser de los colchoneros. La más clara, sin duda, un buen balón en diagonal de Villa que remató Diego Costa con la zurda y que paró con solvencia Roberto. Cuando el partido parecía encaminado a refugiarse en la pereza de la monotonía, en una de esas contras colchoneras, se juntaron los planetas. En una combinación de tres pases, el balón acabó en largo sobre la trayectoria de Villa que encaró escorado la porteria. Buscando el disparo, consiguió girar el cuerpo dominando el balón pero en el camino fue derribado por Murillo. Para mí vuelve a ser penalty. Las dudas solamente vienen por la exageración del jugador asturiano. Exageración totalmente ineccesaria que me hace pensar que el Guaje se veía ganado y sin posibilidad de remate. Pero la realidad es que el derribo existe y para mí es claro. El propio Villa se encargó de poner el 0-2 en el marcador. A partir de ahí el partido podía haber sido definitivamente resuelto por los rojiblancos que tuvieron varias ocasiones claras para matar totalmente el partido pero, paradojicamente, lo que llegó, ya con el tiempo casi cumplido, fue un remate del Levante a pase desde el lateral que Ighalo remata de cabeza a la red. Los agónicos segundos finales fueron solventados, con oficio, por el cuadro colchonero.

Mal partido de los de Simeone que sin embargo sirve para ver otra cara de este poliédrico equipo y comprobar que también en esta versión el equipo es robusto, rocoso y gana. Por la buenas o por las malas. También de esta forma el Atleti sigue siendo incómodo e impenetrable y también así desespera al rival. Seguimos aguantando el tirón del Barça en el mejor arranque liguero de la historia. Seguimos soñando con los pies en el suelo. Que dure.

Realidad

At. Madrid 5 - Real Betis 0

Mientras un puñado de defensas del Betis permanecían exhaustos y derrotados sobre el césped, su entrenador Pepe Mel retornaba al banquillo por primera vez desde que el balón empezase a rodar. Pasaban ya los 90 minutos de un encuentro resuelto desde hacía mucho tiempo atrás, pero el partido terminaba en campo del equipo andaluz con un puñado de colchoneros presionando la salida del balón como si les fuese la vida en ello. Gabi, ese capitán formal que de forma natural e indiscutible se ha erigido como imagen, santo y seña de está oda a la ilusión que es el actual Atlético de Madrid, empalaba un balón suelto en el área para hacer el quinto gol y culminar la noche. En ese disparo metía las últimas gotas de energía que quedaban en su cuerpo. Una energía que había ido dejando sin miramientos y con generosidad durante los 90 minutos anteriores. Los jugadores verdiblancos eran incapaces de levantarse del suelo y el árbitro, generosamente, pitó el final. Los futbolistas del Betís seguían siendo incapaces de reaccionar, primero por la brutal exigencia física a la que habían sido sometidos. Después, y más difícil de superar, por el peso psicológico de haberse visto aplastados. El dolor terrible de haberse visto incapaces de superar un muro de hormigón armado que poco a poco te arrincona y te liquida. Pepe Mel, ese personaje que no puede evitar soltar una buena dosis de desprecio para su rival cada vez que juega con el Atleti, tenía que refugiarse en el anonimato de la caseta consciente, aunque nunca lo reconocerá, de que lo habían pasado por encima. Para mí esa es la fotografía que describe el Atleti contemporáneo. Un equipo unido, fuerte, potente, con suerte, con criterio y autosuficiencia que derrota a los enemigos en el campo y cierra la boca de los engreídos sin tener que abrir la propia. Con juego, con goles y con evidencias.

Acabado el partido uno escuchaba a Óliver Torres contar por la radio como nada más levantarse esa mañana, lo primero que había visto era un mensaje en el teléfono de su capitan, Don Gabriel Fernández Arenas, diciéndole que todo el equipo estaba con él y que esa era su noche. 20 segundos después de comenzar el partido el propio Óliver se dirigía hacia el Frente Atlético para celebrar su primer gol con la elástica rojiblanca en partido oficial. Los otros diez jugadores que llevaban la misma camiseta que él, daban el esprín de sus vidas para arropar a la joya canterana en esos momentos. No era una celebración cualquiera. Eran muestras de cariño a un ser protegido. A un compañero todavía frágil. Era el brazo tendido a un recién llegado diciendo, "eh, estamos contigo". Era la demostración de que el mensaje de por la mañana era verdad. Era la representación más evidente y más bonita de que el Atlético de Madrid es un Equipo. Un señor Equipo. Y permítanme que lo escriba con mayúsculas.

El único momento de la noche en el que pudimos ver al Betis de Pepe Mel fue precisamente tras ese gol y durante diez o quince minutos. El Atleti, borracho de euforia probablemente y algo damnificado por la relajación de verse arriba en el marcador, rebajó demasiado la línea de presión y sobre todo renunció al balón. El esférico apenas duraba unos segundos en las botas colchoneras y eso hacía que el equipo tuviese que defender cada vez más atrás. Fueron momentos inciertos en los que el Betis consiguió acercarse ligeramente al área pero fue una falsa sensación porque jamás volvería a ocurrir. La delantera bética no volvió a ver la cara de Courtois de cerca. Tiago se puso el traje de mariscal, Gabi y Koke el de obreros y se acabó la música de cámara para el equipo andaluz. En triunvirato colchonero había decidido que el partido se jugaría lejos de la portería propia y así fue.

Pero a Simeone no le basta con alejar el peligro y tras el descanso el equipo se fue a por el partido. Era además el momento de Villa. El Guaje, criticado desde muchos foros y este es uno de ellos, tenía muchas bocas que callar y muchas voluntades que convencer. Y va camino de ello. Mucho más fino que otras veces, mucho más rápido y activo también, el jugador asturiano fue otro. No sé si aquel delantero que maravillo a medio mundo hace unos años pero un delantero muy aprovechable sin ninguna duda. Aportando recursos en la delantera y aprovechándose del terror en la fuerza que provoca su compañero de vanguardia Don Diego Costa. El partido quedaba finiquitado con un soberbio gol cocinado en la banda izquierda por Koke y Filipe Luis (¡qué jugador!) pero sellado con un soberbio remate de cabeza de delantero aventajado. De Villa. Con el 2-0 en el marcador el Atleti liquido el cansancio y se fue a disfrutar de la fiesta mientras el Betis, cogido con pinzas, se deshacía como un azucarillo. El tercero llego otra vez por parte de Villa que tras recortar con la derecha en el área grande, empotró el balón con la zurda con un tiro que llevaba tanta rabia como precisión. El cuarto de la noche vuelve a tener al 9 colchonero como protagonista que tras soberbia asistencia, habilita a Diego Costa para que siga aumentando su espectacular cifra de goles. Lo de este hombre empieza ya a ser un escándalo.


El Atleti sigue ahí. Soñando con los pies en la tierra. Con los ojos abiertos. Corriendo como el que más. Minimizando errores. Con esfuerzo y humildad. Con orgullo y poderío. A un punto de ese Barça desubicado que vimos el sábado y cinco por encima de ese otro Madrid, con tintes de esquizofrenia, que también vimos en el mismo partido. Puede que las cosas vuelvan a la normalidad. Puede. Lo que no tengo tan claro es que normalidad tenga ahora mismo al Atlético de Madrid fuera de las posiciones de cabeza. Ha pasado demasiado tiempo como para pensar que todo esto es pasajero o casualidad. La realidad, señores, es esto. Disfrutemos de ella. 

Incómodo

Austria de Viena 0 - At. Madrid 3

Corría el minuto 80 del segundo tiempo. El marcador de ese coqueto estadio austriaco en el que se jugaba el partido, y que daba la sensación de albergar un ambiente precioso de fútbol, reflejaba un contundente 0-3. Aun así, los jugadores del Austria de Viena seguían corriendo como gacelas tratando de sacar el balón de su propio campo. Pero no podían. Enfrente, esa apisonadora moderna llamada Atlético de Madrid no les dejaba. La imagen de la señal de televisión se posó entonces en un atribulado Bjelica, entrenador del equipo vienés, que resoplaba incómodo. Era la misma imagen que habíamos visto en el minuto 5 del partido, cuando el entrenado ya había tomado conciencia del incomodo ciclón que tenía delante. Hace unos días Simeone decía en un entrevista que cuando fichó por el Atleti, lo único que le prometió al MA Gil fue que construiría un equipo que fundamentalmente fuese incómodo para los rivales. Que, a diferencia de lo que ocurría cuando él llego, los equipos que estuvieran enfrente no quisieran estar. Que estuviesen muy lejos de sentirse cómodos. Que ganando o perdiendo, fuese siempre una pesadilla jugar contra el Atlético de Madrid. Es evidente que lo ha conseguido. El Atleti de Simeone es un equipo tremendamente incómodo con el que enfrentarse pero que además, cuando tiene la ocasión, juega muy bien. Por eso estamos donde estamos.

El partido comenzó con sorpresa en la alineación. Diego Costa, presuntamente lesionado, era de la partida inicial mientras Villa se quedaba en el banquillo. Personalmente lo recibí como una buena noticia. Más que por sentar a un Villa que no está aportando prácticamente nada, por la posibilidad de jugar con un claro dibujo de 4-2-3-1, con un solo delantero de referencia, que creo que es la mejor formación para el tipo de juego de Simeone. Costa es capaz de fijar la defensa y creo que la línea de mediapunta sale reforzada ofensiva y defensivamente. No me gusta jugar a futurólogo pero intuyo también que Simeone está empezando a pensar en un plan B para el caso Villa. Tiempo al tiempo. El Austria de Viena apareció en el terreno como un equipo alegre que trataba de ser ordenado, físico y activo, pero sin demasiada capacidad para dominar el juego. Ni siquiera para presionar a un Atleti que no acusaba el esfuerzo del equipo austriaco. Un equipo que tuvo además la mala suerte de toparse con la mejor versión del cuadro colchonero. Los de Simeone salieron rápidos, concentrados, metidos en el partido y mandones. Con balón y sin balón. A los 5 minutos ya habían dado una lección de ocupar espacios, adelantar la presión, sacar el balón con fluidez, ganar la superioridad por las bandas y de poderío táctico y físico. A los 10 apareció Koke y eso son ya palabras mayores. El enésimo pase soberbio del canterano dejó solo a Filipe Luis dentro del área que, con gran generosidad, decidió ceder el balón a Raúl García para empujarlo a la red.

Diez minutos después, en los que el Atleti tiro de fútbol y el Austria, sumido en la impotencia, de patadas, apareció Diego Costa. Vestido de ese crack en ciernes que es y demostrando que para un jugador como él, que viene de abajo y que ha bailado con las más feas, no hay tobillo doliente ni partido intrascendente, decidió dar otra lección de fútbol. Recogió un balón en el centro del campo, se zafó de todo el mundo y metió un gol de esos que si se hacen con la camiseta de algún equipo de la galaxia, aparecerían en todos los programas de televisión, desde Informe Semanal a Corazón, Corazón. Brutal el hispano-brasileño que volvió a dar otra lección de entrega, intensidad, coraje y, ya lo he dicho, fútbol. Mucho fútbol. Para entonces el Austria de Viena y sus aficionados dirigían sus miradas al cielo buscando en el Altísimo alguna ayuda. Solo la comprensible relajación colchonera en los minutos finales pudo hacer que los austriacos aparecieran en el partido y rondaran el área rival. Consiguieron incluso rematar al larguero en una jugada que podía perfectamente haber sido gol y en la que Juanfran, otra vez, no anduvo precisamente fino a la hora de buscar a su marcador.

La segunda parte fue prácticamente un partido de exhibición que incluso se hizo partido de entrenamiento cuando Diego Costa, de nuevo, remató en boca de gol un balón abierto por Raúl García y que Insúa (que había salido por Filipe Luis en el descanso) metió bien al área. El partido sirvió además para volver a creer en las posibilidades de Alderweireld, que solucionó bien y con solvencia todo lo que tuvo que solucionar, para ver al Atleti jugando con falso 9 (mensaje cifrado el que se llevan Villa y Adrián que estando los dos en el banquillo, Simeone prefirió jugar sin delanteros) y certificar el buen partido de Raúl García, algo que no me duele en prenda decir. También sirvió para cerciorarnos de lo buen jugador que es Tiago y la mala suerte que tenemos de haber recibido un jugador así en el ocaso físico de su carrera. Es sin duda, con cinco años menos, el medio centro que necesitamos desde hace siglos.

Contundente victoria de los rojiblancos en la Champions League, algo que independientemente de los equipos que jueguen no es para nada normal. El Atleti es el único equipo, de momento, que tiene 9 puntos (tres victorias de tres) y teniendo en cuenta que el siguiente partido es contra el propio Austria en el Calderón, parece que la clasificación está encarrilada. Esto es más importante de lo que puede parecer porque permite relajar la competición, ahora que está a punto de empezar la Copa, plantearse jugar a limpiar tarjetas en la plantilla y casi asegurarte de que en febrero el equipo siga dando que hablar en Europa. Que así sea.






Partido a partido (conviene recordarlo)

RCD Español 1 - At. Madrid 0


Decía Simeone en la víspera que una de las mejores cosas que tiene el Atleti actual es ser capaz de esconder los defectos y potenciar las virtudes. Sabía lo que decía. Hoy es un buen día para saber que tenía toda la razón. Los cantos de sirena que últimamente nos regalan los medios de comunicación de tradición hostil, quizá nos había cegado la capacidad de percibir la realidad pero no dejaba de ser una alucinación. El Atlético de Madrid es un gran equipo construido por Simeone con apenas un puñado de jugadores de elite... y un gran montón de apaños. Tan crudo como evidente. Pensar que el equipo tiene fondo de armario para competir en tres competiciones es engañarse. No lo tiene. No es la primera vez que lo digo. Simeone tiene un once claro sobre el césped, un once que todos somos capaces de recitar de memoria, que cada vez que tiene que modificar es un verdadero drama para el mundo colchonero. Y no es sólo cuestión de que la salida del nuevo jugador rebaje la calidad, que la rebaja, sino que el efecto es mucho peor al tener que obligar al equipo a jugar de otra forma. Pero ojo señores, el Atleti ha perdido hoy en Cornellá, haciendo un partido malo y espeso que en ningún momento ha merecido ganar, sí. Ha demostrado carencias y problemas que se consolidan y que ahora veremos, sí, pero qué quieren que les diga, estamos segundos en la clasificación a un punto del Barça. Creo que sobran lágrimas y falta autoestima.

El partido olía mal. Reconozcámoslo. Los parones por juego de la selección suelen ser letales para los equipos que están en racha positiva y rejuvenecedores para aquello que están en racha negativa. El Atleti llevaba mil partidos sin perder y el Español unos cuantos sin ganar. Con todo ello el partido comenzó como tantos otros. El rival, consciente de contra quién jugaba, decidió comenzar la contienda con el máximo de adrenalina, intensidad y exigencia física. Y le salió bien. En el enjambre de jugadores que Aguirre situó en el centro del campo salió victorioso el equipo catalán que desactivó el Atleti con el balón y se hizo con el control del partido. Sin demasiado fútbol y sin ocasiones de gol ni llegadas significativas, el Español sin embargo daba la sensación de mandar en el terreno de juego, maniatando a un Atleti que no era capaz de encontrarse. En esos casos suele aparecer la figura de Arda Turan para cambiar el tono del partido pero por alguna razón hoy estaba en el banquillo. El problema, como digo, no es que el turco no esté en el campo sino que el que está es Raúl García. Y no lo digo por su falta de calidad (aunque hoy ha vuelto a hacer el típico partido intrascendente de Raúl García) sino que es básicamente un jugador diferente. Otra tipo de jugador que obliga al equipo a jugar también a otra cosa. Sin magia, sin capacidad de sorprender, sin desborde y sin cerebro. ¿Qué otras veces ha funcionado? Cierto. ¿Qué no es la mejor opción? Así lo creo. Tengo clarísimo también que es un error de planificación y una falta grave de quién quiera que sea el que realiza la dirección deportiva de este equipo.

Pero el Español, para ser justos, no tiró una vez a puerta. Es más, pasada la media hora, la intensidad no era la misma y el nivel de presión tampoco. En esos minutos, sin que fuese tampoco una cosa exagerada, el Atleti tuvo algo más el balón, jugó también algo más en campo contrario y hasta llegaron las primeras ocasiones. Siempre a cargo de Koke, primero de cabeza y después rematando con el pie al poste. Delante Diego Costa, muy vigilado, estaba bien bloqueado por los de Aguirre y Villa... directamente no estaba. Lo del güaje empieza a dejar de ser una sospecha para empezar a ser, desgraciadamente, una evidencia. No está y lo que es peor, no se ve que pueda estar. Ojalá me equivoque y una vez más Simeone provoque un milagro pero todo apunta a que Villa será uno de los grandes problemas/decepciones del Atleti de este año. 

Pero no estaríamos hablando de todo lo anterior si el Atleti hubiese salido al campo en la segunda parte de otra manera. De forma incomprensible el once colchonero saltó al césped bajo de tono, desequilibrado, sin rítmo, alejado del balón, romo en la presión y con inquietantes muestra de fútbol especulativo. El Atleti es grande cuando no rebaja un átomo su intensidad ni su mentalidad en el campo. Si lo hace pasa a ingresar en la mediocridad y eso es lo que ha pasado hoy. El Español, viendo el regalo, se fue arriba, se situó en terreno rival, abrió el campo y empezó llegar. Avisó por dos veces con sendas paradas de Courtois (la primera, otra vez, prodigiosa). En la siguiente vez ya no acudió Courtois ni la suerte a salvar los platos. Un buen cambio de juego hacia la izquierda, acaba con el un balón colgado al área en el que Alderweireld se come a su defensor y en el despiste el propio Courtois se mete el balón en propia puerta. El belga debutaba hoy en la plaza colchonera y no sale demasiado bien parado. En la primera parte, sin demasiado trabajo, dio muestras de solidez y síntomas de integración en la plantilla. En la segunda, en la que sí fue exigido, dejó serias dudas respecto a su capacidad defensiva. Demasiado blando. Es el primer partido y es difícil entrar en un equipo tan construido pero dejo sensaciones contradictorias.

A partir del gol del Español se acabó el partido. El viejo conocido de Aguirre sacó todo su muestrario de anti-fútbol y marrullería para que no se jugara nada. Algo que además de lamentable hace deslucir la buena labor de su equipo hasta ese momento. Con el Atleti perdimos demasiados partidos por esa obsesión y me temo que con los demás equipos también le ha pasado. Pero hoy no es el día para reprochárselo porque le ha salido bien. Es cierto sin embargo que enfrente tenía una Atleti deslucido que a partir de ese momento, además, se volvió loco. El carrusel de cambios de tinte ofensivo no hizo más que acumular jugadores en la zona de tres cuartos pero con exactamente el mismo efecto que antes. El partido empezó a jugarse en el campo del Español pero en mi opinión se debía más a demérito de los catalanes que mérito de un equipo rojiblanco que no era capaz de encontrar un norte que en ningún momento del partido supo nunca ni siquiera en qué lugar buscar.

Primera derrota del Atleti en la temporada, no sólo en liga, que levantará las voces de los cenizos y alegrará la noche de esos rivales que antes de ayer nos abrazaba con condescendencia y estaban contentos con nuestra caricatura pero hoy nos odían con todas sus fuerzas. Me gusta. Borrón y cuenta nueva. Centremos el discurso. Partido a partido. Conviene recordarlo. 

Insolación


At. Madrid 2 - Celta de Vigo 1

La primera vez en mi vida que asistí al Vicente Calderón, siendo consciente, fue un Atlético de Madrid-Hercules. El partido, como casi todos, se disputaba un domingo a las cinco de la tarde. No era un día especial, ni un día de fiesta, ni hacía un tiempo espectacular, ni mi padre tuvo que señalarlo en el calendario con meses de antelación, como la única posibilidad en el trimestre de poder llevar a su hijo a ver al Atleti. En esta carrera imparable por convertir el mundo del fútbol en una suerte de pastel elitista cocinado para los ricos de los países emergentes, me parece que uno de los grandes damnificados pueden ser los niños de esta generación. Ese puñado de menores que incapaces de, como yo, absorber el fútbol a través de la piel tienen que conformarse con recibirlo traducido, filtrado e interpretado por elementos que no me inspiran ninguna confianza. Yo me enamoré de unos colores, de un equipo, de un ente abstracto y complejo, que representaba un puñado de cosas tan intensas que sólo a través de muchas tardes en el Calderón rodeado de bufandas, cánticos y almohadillas pude entender. Los niños de hoy, lamentablemente tienen que conformarse con interpretar las centenarias instituciones futbolísticas a partir de píldoras de simpleza, representadas en un estúpido nombre galáctico. En algún muchacho de mirada soberbia y horas de gimnasio, el que sea, que con desdén se señala los músculos cuando mete un gol. Me da mucho asco pero me da todavía mucha más pena. Para mí ha sido hoy una delicia ver un Vicente Calderón plagado de “enanos” ataviados con su elástica rojiblanca, pero no he podido evitar suspirar por la mala suerte que tienen. Es una desgracia el que eso, ir al campo a ver a su equipo, tenga que ser algo excepcional.

Pero han podido ver un partido interesante y bonito, que muestra con crudeza las sutilezas del fútbol. Unas sutilezas que pasan por acercar o retrasar la gloria simplemente por el resultado fortuito en determinados lances del encuentro. El Atleti saltó bien al campo. En una mañana espléndida, con un sol de justicia por encima de las banderas que decoran la parte alta del coliseo colchonero, los de Simeone iniciaban el partido como acostumbran, con intensidad, velocidad, concentración y poderío. Mejor todavía. Jugando muy bien al fútbol. De hecho, la primera parte del partido ha podido ser la mejor primera parte de toda la temporada en cuanto a movilidad de balón y creación de juego. Con los dos laterales muy profundos (normal en Filipe Luis pero no en un Juanfrán que estaba de dulce), el Atleti jugaba en campo contrario al ritmo que marcaban Turan y Koke, protegidos por la guardia pretoriana de Gabi y Mario y espoleados por el trabajo incansable de Diego Costa. Villa ni está ni se le espera. Y me duele escribirlo, pero es así. Está lento, sin chispa, sin suerte y juega demasiado estático y demasiado cerca del todopoderoso Costa. Ahora mismo sobra en el once titular. 

El Atleti robaba siempre en campo contrario a un Celta que era incapaz no sólo de combinar dos pases seguidos sino de tan siquiera salir de su propio campo. Con ese panorama, que como digo duró 45 minutos, el primer tiempo fue un carrusel de triangulaciones, pases a la banda, desmarques  y llegadas. El Atleti debió haber sentenciado entonces y oportunidades tuvo para ello. Villa se quedó solo delante de Yoel para fallar un gol cantando rematando como lo podría hacer un central en esa tesitura y no uno de los mejores delanteros del mundo. Poco después Diego Costa fallaba un claro penalti cometido sobre Filipe Luis que sacaba bien Yoel y cuyo rechace, otra vez, es marrado por David Villa. El héroe del partido era el portero gallego, que además de lo descrito había parado poco antes del descanso todo lo que llegó al área celtiña. El Atleti lo hacía todo bien pero se veía tan superior, se sentía tan dueño del partido, que probablemente cometían el error de recrearse en el tramo final. Afortunadamente parar los del cholo y los miles de niños que lo estaban esperando, llegó el gol antes del descanso. Una jugada seguida por las izquierda por Filipe Luis que mete un balón al segundo palo para que de forma poco ortodoxa, entre Godín y Diego Costa metan el balón en la red.

El segundo tiempo siguió por los mismos derroteros. Por eso, cuando pasados algo más de diez minutos Diego Costa hizo el segundo, todos pensábamos que el partido se había acabado. El gol fue un nuevo derroche y demostración del hispano-brasileño. Pase muy largo de Gabi al hueco que permite a Costa demostrar varias de sus muchas virtudes. Para magistralmente el balón en carrera, lo orienta al gol todavía mejor, aguanta al defensa con el cuerpo como nadie lo sabe hacer y define con precisión de gran delantero. Golazo que lo sitúa en lo alto de la clasificación de goleadores. Poco antes del gol, el mismo jugador que ahora mismo es la mitad de este Atleti, dejaba a Villa otro balón de esos que sólo se necesita empujar para que sea gol pero que el asturiano de nuevo lo lanzó fuera. En una jugada además en la que terminaría lesionado.

Pero cuando todos estábamos preparados para la fiesta, llegaron los cambios. Y la relajación. Y los problemas. El Celta ponía en el campo a Nolito (que a la postre sería el mejor de los suyos) y el Atleti ponía a Óliver en lo que se antojaba una gran oportunidad para el canterano. No fue así. Las carencias tácticas y defensivas del jugador son todavía muy notables y este equipo no se puede permitir tener a un jugador liberado de tareas físicas. Que se lo pregunten a un Arda Turan que termina todos los partidos muerto. Óliver se sitúo en tres cuartos caído a la banda derecha pero aquella banda precisamente se convirtió en un coladero para los gallegos, que más por fe que por juego, consiguieron irse para arriba. La cosa seguía sin ser preocupante hasta que Juanfran, impecable hasta ese momento, se equivocó en un despeje haciendo que Nolito, el más listo de la clase, acortase distancias. Llegaron los nervios. El Atleti, agotado y roto de medio campo para arriba, se echó demasiado atrás y se descompuso en la presión. Cebolla se cambió de banda con Óliver para cerrar la sangría, algo que momentáneamente se consiguió, pero las fuerzas ya no respondían en un equipo muy castigado. El Atleti se había cebado de fútbol. Tenía insolación. Courtois salvaba tres puntos con una excelente parada tras libre directo de los de Vigo poco antes de que el árbitro pitara el final. Quedaba la sensación de que con diez minutos más de partido hubiésemos empatado. Y quedaba la mala noticia de la lesión de Gabi. Algo que en el campo ha tenido muy mala pinta y que según pasan las horas parece que el panorama es todavía peor. Espero que no sea lo que se intuye.

Pero seguimos ahí, en la cabeza. Ocho de ocho, medio equipo en la selección, máximos goleadores, reinando en Europa,... por eso no me apetece centrarme en los defectos. Prefiero disfrutar de las virtudes. Abrazarme a esta época gloriosa y preciosa que saca lo mejor del equipo de mis amores. Prefiero, como dice mi entrenador, pensar ya en el próximo partido.


Competitividad

FC Porto 1 - At. Madrid 2


El Diccionario de la Real Academia de la lengua castellana tiene dos acepciones para la palabra competitividad. La primera dice: capacidad de competir. La segunda, más elegante, dice: rivalidad para la consecución de un fin. Sinceramente, hoy creo que la mejor definición que existe a mi alrededor para retratar ese concepto es decir Atlético de Madrid. El equipo de Simeone, porque evidentemente es el equipo de Simeone, es un maquina. Un engranaje de apariencia simple pero tremendamente complejo que entrelaza con trazo de filigrana ambición, estilo, fuerza, táctica, emoción, solidaridad, físico y poderosa mentalidad ganadora. El Atlético de Madrid del cholo Simeone es una masa densa  prácticamente irrompible que se adapta a cualquier ambiente, a cualquier contratiempo y a cualquier situación. Mira siempre a la cara. Mira siempre hacia delante. Juega bien y juega mal. Crece y se estira para volver a contraerse hasta espacios en los que es incluso imposible bailar un chotis. Suda y sufre. Pega y recibe. Pero nunca tuerce la cara. Nunca pierde el norte. Nunca olvida que existe un fin que conseguir y que eso se hace compitiendo. El Atlético de Madrid es un equipo excelente. Empático y envidiable. Y tengo la suerte de que sea el mío.

Por mucho que algún analista lumbrera tirara de soberbia e ignorancia, el partido de Oporto era tremendamente difícil. El más complicado que deparaba la fase de grupos. Jamás habíamos ganado en Oporto en Champions y jamás habíamos metido un solo gol. Por algo será. Y lo vimos de hecho nada más comenzar el partido. El equipo tripeiro es otro ejemplo histórico de competitividad. Un equipo que ficha muy bien y que siempre construye conjuntos compactos, de estilo reconocible y peligrosos. La primera media hora fue una pesadilla para los colchoneros. El equipo luso nos pasó por encima. Saltó con un marcha más  y un nivel de intensidad exagerado, que hacía que ganasen todos los balones, todos los rechazes y todas las pelotas divididas. Dominaban el balón y dominaban el ritmo frente a un Atleti, desconocido en lo que a tensión se refiere, que no se encontraba. Abriendo mucho el campo y defendiendo muy arriba, los portugueses sacaron todas las costuras de los madrileños. Los dos mediocentros bloqueados, especialmente un Tiago demasiado lento, Arda sin posibilidad de conexión, Raúl García perdido en la banda, Villa desparecido, lo cual empieza a ser norma de la casa desgraciadamente y arriba un Baptistao que ponía mucha voluntad pero que sigue sin gustarme. Lo veo muy verde, escaso de calidad y de recursos. Con ese panorama el Oporto empezó a rondar la portería de Courtois cada vez con más peligro hasta que pasado un cuarto de hora Jackson Martínez remató una falta lateral a la red. Un 1-0 justo que ponía el partido todavía más difícil. 

La dinámica no varió demasiado tras el gol. Los portuenses retrasaron algo la línea pero seguían dominando todas las fases frente a un rival que se veía incapaz de encontrarse. Pasada la media hora, quizás debido a la ligera bajada de intensidad del Oporto, los mediocentros colchoneros aparecieron por fin para tener el balón y distribuirlo con criterio por primera vez en el partido. La cosa empezaba a cambiar y nos íbamos al descanso con la sensación de que había mucho margen de mejora. Pero la vuelta al campo del equipo dejó claro que las charlas de Simeone en el descanso no sólo tienen un efecto estupefaciente en la moral de los jugadores sino que el sentido táctico de nuestro entrenador es excelso. Consciente del problema, el Cholo retiró a un inexistente Villa para ganar un centrocampista más con el Cebolla. Los centrales, que hasta entonces había ganado siempre a nuestra delantera, perdieron la referencia y ahora tenían que recibir un equipo más abierto, reforzado en el medio campo, que llegaba en superioridad y que era menos previsible. Y funcionó. Se igualó el nivel de intensidad, se recuperó el balón y así el Atleti pasaba a dominar. Al igual que había ocurrido con el 1-0, el empate apareció de jugada a balón parado, esta vez de soberbio remate de cabeza de Godin.

El empate era un excelente resultado para los colchoneros pero la mentalidad de este equipo no pasa por especular con estas cosas. Con un nuevo centrocampista (un sorprendentemente ausente Koke que salía por Leo) Jugando mucho más junto, más solidario y de forma más inteligente, el Atleti recibió, ahora sin despeinarse, el nuevo arreón del equipo luso. Un Oporto que se quiso ir arriba pero que apenas inquieto más allá de balones bombeados y faltas. El Atleti sin embargo estuvo a punto de marcar el segundo con un gran pase de Arda que Raúl García no acertó a conectar en boca de gol y que encima provocó una lesión preocupante del navarro. Pero la sorpresa estaba a punto de llegar de la mano de una de las parcelas preferidas de nuestro entrenador: la pizarra. Pase de Gabi al corazón del área para que Arda, completamente solo y probablemente en fuera de juego por centímetros, empotrase el balón en la red. Gol, victoria y subidón de adrenalina.

El Atleti sigue contando los partidos por victorias y a su imperial andadura en liga se suma este prometedor arranque en Champions que deja el tercer clasificado a 5 puntos en la segunda jornada. Seguimos soñando. Como acabo de escribir en twitter, somos claros candidatos a ganar... el próximo partido. #PartidoAPartido #InCholoWeTrust.