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Agobio

Real Valladolid 0 - At. Madrid 2


Cuando uno, siendo un profano en la materia, pretende jugar a cualquiera de los sofisticados juegos de fútbol que hay para video consola, lo normal es que acabe tendiendo elegir jugar contra un equipo de entre los más flojos que pueda encontrar. Si no lo hace así y comete el error de elegir enfrentarse frente a uno de los equipos poderosos del momento, equipos que en el juego aparecen más poderosos todavía de lo que realmente son, notará una desagradable sensación de agobio. Notará como cada vez que tiene el balón vienen a toda velocidad varios muñecos a quitarte la pelota y te la quitan. Notará como dar un pase de más de dos metros es una tarea quimérica que suele acabar con el balón en los pies del equipo rival. Notará como le cuesta horrores pasar del medio campo con criterio mientras los otros se plantan en tu portería con cuatro pases a toda velocidad. Notará que cuando uno finalmente consigue trenzar una jugada y acercarse a los dominios del rival, los problemas para mover el balón o tirar a puerta son incluso peores. Notará como las faltas y los córners son para uno inofensivos juegos de malabarismo mientras que para el rival se transforman periódicamente en ocasiones de gol. Notará, sobre todo, el agobio constante de no tener ni un solo segundo para pensar en lo que tienes que hacer. Ayer me ponía en los pies de jugadores y aficionados del Real Valladolid y me vino esa imagen a la memoria. Me acordé de esa incómoda sensación. El Atleti, ahora, es ese equipo. El poderoso. De los que no deja pensar. De los que tienen en la cabeza siempre ganar. De los que agobian.

El encuentro empezó como siempre. Con la marca de la casa del equipo de Simeone. Sea quien sea el equipo que esté delante, el Atlético de Madrid exige siempre a sus rivales un nivel de intensidad y entrega que no todos están en condiciones de soportar ni dispuestos a permitirse. La capacidad del rival para adaptarse a la invitación del Atleti hará que el partido se decante hacía un sitio o hacia el otro, de una manera o de la contraria, pero queda claro que los colchoneros plantan las reglas y hay que cumplirlas para competir. Hay que correr, pelear y sufrir. A partir de ahí hablamos. El equipo pucelano, sin embargo, lo entendió bien. Aceptó el reto y mantuvo el nivel. Aupado probablemente por el factor cancha, comenzaron bien el partido igualando la propuesta del Atleti. Una gran lucha sin cuartel en el centro del campo y un ritmo endiablado que aceleraba el paso de los minutos y multiplicaba los errores. El partido no era bonito y apenas había ocasiones de gol. Los de Jose Ignacio Martínez tenían más la pelota pero se topaban con el angustioso pressing del rival y a pesar del aparente dominio eran incapaces de armar fútbol o hacer peligro. El Atleti estaba defensivamente muy bien, pero con el balón mostraba claramente su talón de Aquiles. Una evidencia acrecentada por la ausencia de Arda que hoy por hoy lo es todo en este equipo a la hora de fabricar fútbol. Koke trataba de mover el balón con sentido pero no encontraba aliados. Los mediocentros se precipitaban, Villa estaba perdido entre centrales, Diego Costa volvía a recordar a ese jugador más preocupado de pelearse con los rivales que de hacer equipo y Raúl García sufría mucho en una banda sin que el Atleti llegase y pudiera hacer segundas jugadas, su mejor característica. Jugando en corto y tratando de construir volvimos a ver el tipo de jugador que es en esa tesitura.

La situación duro algo más de 20 minutos ya que mediada la primera parte, la euforia pucelana se apagó. Los colchoneros mientras tanto seguía a lo suyo, como un rodillo que no levanta nunca el pie del acelerador. Por el camino Manquillo había dejado las dudas iniciales para enseñar el prometedor lateral que es. Uno de esos laterales largos que como puñales son capaces de llegar al área rival con criterio. Buen partido del canterano que fue de menos a más significativamente. Buena noticia. Los últimos minutos de la primera parte ya fueron con un Atleti mandón, que dominaba todas las facetas y que por fin conseguía hilar cuatro pases seguidos. La segunda parte confirmó el cambio a mejor y entonces sí, volvimos a ver a Atlético de Madrid letal. Con más movilidad arriba, Villa y Diego Costa viniendo a recibir, Koke jugando más entre líneas, los interiores viajando al centro, los laterales convertidos en extremos y los mediocentros mordiendo la salida del rival y llevando la pelota al campo contrario. Los de Simeone empezaron a amenazar primero con una de sus armas más letales, el juego a balón parado, y así pudo haber llegado el primer tanto con remate de Raúl García que desbarató Mariño de gran intervención. Pero el buen meta rival no pudo hacer nada poco después cuando una volea de Koke (omnipresente de nuevo) era peinada de forma magistral por Raúl García para abrir el marcador.

El 0-1 del cuadro colchonero coincidía en el tiempo con la entrada de Oh Dios Turan al campo (por un Villa muy apagado)  y por ende con el final del partido. Sí, sí, han leído bien. El final del partido. Por debajo en el marcador y con Arda Turan en el campo, el Valladolid se sentía un profano jugando en la Play Station frente a la selección brasileña. No había nada que hacer. Faltaba casi media hora pero la única duda de los espectadores radicaba en quién cerraría definitivamente el partido y cuando lo haría. Enseguida se postuló el principal candidato. Un Diego Costa más calmado y preocupado por jugar, que asociado con Koke, Turan y Manquillo decidió probar al meta rival. Algo más de diez minutos aguantaron los blanquivioletas el recital colchonero. Un recital que lideraba otra vez el turco que se ha convertido en icono de esa corriente intelectual pujante denominada ardaturanismo. Diez minutos que fue lo que tardó Koke en meter el enésimo gran pase al hispano-brasileño para que éste hiciera el segundo y definitivo gol. Seguían faltando minutos pero el partido hacía tiempo que había terminado.

5 victorias de 5 (3 de ellas fuera de casa), 16 goles a favor, 4 en contra y Diego Costa con igual número de goles que Leo Messi. Los números del Atleti son números de campeón de liga. Son números exagerados incluso para el mejor Atleti de casi cualquier época. En una liga normal, con equipos normales, reglas normales, medios normales el Atleti sería candidato a todo. Así lo contarían los notarios de la realidad y lo analizarían los sesudos analistas deportivos. En esta no. Los notarios escriben desde su finca privada, esa en la que no ven y en la ni entra ni sale nadie, y los analistas rebuznan a gritos desde la pista central del circo, ajenos a lo que pasa fuera. Hoy también. Probablemente en algún momento a lo largo del año el presupuesto y el fondo de banquillo aparezca en la clasificación y sitúe al Atleti en su posición “natural” pero hoy, que el equipo aparece liderando la clasificación y contando partidos por victorias, el Atleti tampoco merece el respeto de unos medios de comunicación sumidos en su propia podredumbre. Esa podredumbre infecta que ha convertido la información deportiva en un ejercicio chovinista y malsano de propaganda tóxica. 

1 comment

magerit 22 sept 2013, 18:25:00

Gran crónica amigo Ennio, "as usual".

Que lástima que los "junta-letras" del Mundo deportivo y de las demás cabeceras "oficiales", no se pasen más a menudo por esta excelsa bitácora para recibir un máster en periodismo, o quizás si lo hacen con la esperanza de que algún día serán profesionales libres.

Es impresionante ver al equipo partido a partido fiel a su sistema, sin importarle si juega contra el Barcelona o si lo hace contra el Valladolid, si es una final o un partido sin transcendencia.

Quiero resaltar la labor de los generalmente olvidados, Gavi y Mario, los motores del sistema y la prolongación del Cholo en el campo.

Saludos