Muchas gracias a todos los que os habéis pasado por aquí durante todos estos años.

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¡Un abrazo!

Mente sucia

At. Madrid 1 - FC Barcelona 2


El fútbol es ese espectáculo tan fascinante en el que tener diez veces más presupuesto que tu rival y los mejores jugadores del mundo no son suficiente para garantizar la victoria en una parcela de terreno en la que juegan once contra once. Si el fútbol se quedara ahí, en el terreno, la frase anterior no vendría cargada de cínica ironía. Desgraciadamente la cosa no se queda ahí. En el mismo terreno, correteando entre los 22 futbolistas aparece el único nexo de conexión que queda todavía entre el juego puro y duro y el subjetivo poder mediático. El señor colegiado. Ese ser humano, dicen, que con la excusa de estar en el césped para repartir justicia deportiva, en realidad se dedica a compensar los defectos que la suerte, el pundonor, un buen planteamiento o que la rabia puedan provocar en el terreno de juego. Otro tipo de justicia dirán algunos. Los árbitros no están para hacer justicia, como concepto puro (es evidente que no lo hacen), sino para llevar las cosas por dónde tienen que ir. Según el dogma de fe que se ha implantado. Para que los gordos sigan engordando. Para que los estúpidos sigan supurando estupidez. Para ganar todavía más dinero. Para que el circo del fútbol siga girando. Para que el cacique pueda esconder sus mierdas debajo de la alfombra sin que nadie se entere. Para que el señorito mate impunemente animales en vía de extinción. Para que la pelea de los ricos por ver quién la tiene más gorda no se marche de madre. Para hacer de antipartículas de Robin Hood o Curro Jiménez y robar al pobre para dárselo al rico. El sistema fluye solo pero a veces es necesario reconducir algún indeseado afluente que pretende salirse de la corriente.

Decir que el Atlético de Madrid (o el Rayo) han perdido por el árbitro podría parecer exagerado. Podría serlo. Lo es, de hecho. Siempre lo es cuando no hablamos de Real Madrid o Barça. Nunca lo es al contrario, lo diga el súper vitaminado director de MARCA o ese director de AS que pergeña fría táctica empresarial tras su disfraz de simpático corderito. Nadie lo va a decir en cualquier caso porque el Atlético de Madrid (o el Rayo Vallecano) no existen. Son esas entelequias impersonales e inanimadas que juegan contra Madrid o Barça. No pierde el Rayo, gana el Madrid. No pierde el Atleti, gana el Barça. Es así. ¿Un millón de aficionados? Bah, ¿qué es eso comparado con la suculenta megalomanía galáctica? La actuación arbitral no se juzga con ojos de seres objetivos porque eso sería prostituir el sistema. Se mira de forma relativa, en función de su eterno rival. ¿Pepe expulsado? También debería estar Alves. Compensado. ¿Penalti de Sergio Ramos? Por el de Busquets. Compensado. La prensa del sistema (la única) necesita su propia mierda para poder subsistir así que todo se recicla en un círculo obsceno y nauseabundo. Bazofia que apesta. Que ustedes se coman su mierda queridos ideólogos de regional. Madrid, Barça, sus aficionados lobotomizados, MARCA, As, COPE, SER, Onda Cero,… que ustedes se bañen hasta el hartazgo en ese putrefacto lodazal de mierda que entre todos están fabricando. Yo, como aficionado al fútbol que soy, seguiré viviendo en el otro lado.

Fútbol. Con un estadio lleno, ese ambiente que pocos estadios como el Calderón son capaces de imponer y la ilusión del nuevo Atleti apareció la primera duda respecto al Cholo. No lo tengo claro y ni siquiera a posteriori con la cabeza fría tengo claras las cosas pero el planteamiento de la primera parte colchonera me genera dudas. Bien plantado en los primeros minutos (defensa fuera del área y primera línea de presión a 20 metros) según avanzaba el partido el escenario recordaba sospechosamente a tiempos pasados. Adiós al balón y todos a rezar por recoger un pelotazo. Malo. No sé cuánto de esto es culpa del Barça y su sistema pluscuamperfecto o cuánto tiene de cierta cobardía atlética. No sé cuánto hay de atino del Barça y cuánto de la ausencia de calidad en el centro del campo atlético (ay Diego, cómo se te echa de menos). El caso es que el Barça practicaba su habitual monólogo y el Atleti repartía patadas. La línea entre agresividad y juego sucio es muy fina y no siempre está clara. Hasta el partido del Barça el Atleti era agresivo. Contra los catalanes, en la primera parte, fue directamente juego sucio. Robando en tu campo, perdiendo la pelota y regalándola para correr detrás del rival, me temo que no hay muchas opciones de ganar al Barça. Messi asustó primero llevándose el balón con la mano para marcar gol ilegal. Varios minutos después, ya sin utilizar la mano, hizo de nuevo una de esas jugadas que lo hacen ser el mejor jugador del mundo. Como un trazado de tiralíneas o un juego de Pin-ball, el balón acabó en los pies de Alves para que el brasileño lo empujase a la red. Entre medias, en dos contrataques a la desesperada, Falcao volvía a sembrar las dudas del respetable definiendo mal de cara al gol.

Uno a estas alturas ha visto ya muchos Atleti-Barça y algunos de ellos hasta se han ganado. Lo que no ha visto nunca es ganarle al Barça sin quitarle el balón en su campo. Es tan evidente que no sé como los entrenadores siguen insistiendo en opciones defensivas basadas en vivir alicatado en tu área. Nunca funcionan. Salvó aquel Inter de la suerte y el árbitro, nunca he visto a nadie que le saliera bien. Requiere mucho gasto físico, si. Es arriesgado, si. Pero es la única forma y estamos hablando de ganar el partido, ¿no? Así que por alguna razón (¡ay Cholo!) el Atleti se fue a por el Barça en la segunda parte y vimos otro partido. Más divertido, con más ocasiones, con menos patadas y más emoción. Irónicamente el mejor en esta fase fue el Atlético. Sólo la mala suerte (otra vez), la incomprensible ingenuidad de nuestra defensa colocando la barrera (otra vez) y el señor colegiado (otra vez) impidieron que el Atleti ganara el partido. Falcao empató la contienda al poco de empezar la segunda parte (excelente pase de Gabi a la derecha, cambio de balón al segundo palo y remate de delantero del colombiano) pero ya se habían visto las credenciales del nuevo Atleti. Presión arriba, robo en campo contrario y verticalidad. Así si. Así se vio la mejor versión de un Atleti que llegó veces suficientes como para ganar el partido y se vio la peor versión de un Barça al que le costaba mantener la pelota y su ritmo pausado.

Entonces llegó la jugada de Alves. Clave, más por lo que se deduce que por lo que fue. En clave de pura lógica las combinaciones que se pueden dar en una jugada así son: es falta y el árbitro lo ve: Roja. Es falta y el árbitro no lo ve: Nada. No es falta y el árbitro lo ve: Nada (o amarilla para el del Atleti). No es falta y el árbitro no lo ve: Nada. No existen más combinaciones. Lo que ocurre, tarjeta amarilla para Alves, sólo se explica cómo que el árbitro lo ve y no se atreve a expulsarlo. Una agresión sin balón no puede ser amarilla. O no es nada o es roja. Eso no es un error arbitral. Es un robo que sienta precedente. Es el estilo con el que el árbitro juzga TODO lo que pasa en el campo. En función de los protagonistas, el marcador y la camiseta que lleven en ese momento.

Y luego la picardía de Messi (o estupidez del Atleti). Nunca sabremos si pidieron barrera o no. Es gol y punto. Lo tengo tan claro como que en otro partido, con otros protagonistas, si un equipo mete un gol mientras el árbitro está colocando la barrera (la hubiesen o no pedido) el tiro se repite. Clarísimo. Aquí no. Claro. Estamos hablando del Barça y la posibilidad de ganar el partido. Quien dice el Barça dice el Madrid.

Pero incluso así se pudo empatar. Falcao, Juanfran y hasta un poderoso tiro de Gabi acabando el partido. En los tres casos lo impidió ese portero que el ínclito de Maradona dice, tras el último cambio de medicación, que es muy malo. Pero ojo, en el minuto 90 el árbitro, casualmente, tampoco vio una clarísima mano de Busquets. O si lo vio pero pensó que si lo pitaba lo mismo estaría viendo su nombre por toda la prensa catalana durante toda la semana y pensó que era mejor así. Que su asquerosa forma de repartir justicia se quedase en la intimidad del Calderón y la retina de los mamporreros del sistema que dicen llamarse periodistas pero no lo son.

En cualquier caso no me hagan caso. Sean felices. Sigan la luz. Disfruten de Matrix. No sean como yo un seguidor clásico del Atleti. Estudien la versión oficial y remen en la dirección correcta. Yo soy un ácrata que tiene la mente sucia.

The Pippettes – Dirty Mind


Dicho y hecho

At. Madrid 1 - SS Lazio 0

Yo lo llamaba el síndrome del niño bueno. Esa dulce desgracia de hacer las cosas bien, según lo esperado. Mientras los moradores del lado oscuro de mi clase recibían promesas de recibir suculentos regalos por el simple hecho de aprobar un número razonable de asignaturas uno aparecía por casa con su colección de sobresalientes sin que nadie prestase demasiada atención. Era lo esperado. Es así. Es lo que ha ocurrido en el partido de vuelta contra la Lazio que nos deja en octavos de final de la Europa League. El nuevo Atleti de Simeone había regalado una maravilla de partido en el Olímpico de Roma que en Madrid sus seguidores interpretamos como un contundente puñetazo en la mesa de Europa. Se acabaron las tonterías. El Atleti dejaba la eliminatoria resuelta en el primer partido demostrando a tanto y tanto especulador como anda suelto que eso de que las eliminatorias son partidos de 180 minutos es una estupidez.

En otros tiempos un marcador de 1-3 a favor hubiese sido suficiente como para tener confianza pero al mismo tiempo también hubiese sido imposible evitar que se reavivase la dañina leyenda de la ciclotimia y los efectos inesperados que acompaña a nuestro club. En otros tiempos podría ser, pero una de las cosas que cambiaron con la llegada del Cholo fue precisamente la intención de renegar de las fantasías épicas, las sorpresas, y las machadas que tapan errores. Rigor, trabajo y seriedad. Más aburrido pero menos trágico. El argentino prometía preparar las batallas partido a partido. Dejó claro que las palabras son coherentes con el fútbol pero que lo que pasa en el campo será siempre prioritario. El Cholo prometió seriedad, intensidad y tensión para el partido de vuelta dando a entender que no quería sorpresas en una eliminatoria encarrilada. Dicho y hecho.

Lo que ha pasado en el campo encaja perfectamente en ese concepto abstracto de “tener oficio” que utilizan los cronistas y que tan bien se entiende excepto cuando se utiliza como eufemismo de "dar patadas". No es el caso. El Atleti saltó al campo reservando jugadores para el partido del domingo pero no se notó demasiado en las señas de identidad del equipo. Si, faltó brillantez y si, faltó creación, pero el equipo, en esencia, era el mismo equipo. Y eso que al ambiente no invitaba a meterse en el partido. El tradicional frío húmedo del Calderón, la tranquilidad del resultado y una grada con demasiadas calvas hubiesen dado una imagen ciertamente pobre de no ser por los miles y miles de fogosos italianos que abarrotaban el fondo norte. Impresionante el poder de convocatoria del equipo “lazial” con una eliminatoria perdida y un equipo en descomposición (su entrenador había presentado la dimisión horas antes).

En los primeros minutos la Lazio trató de llevar la iniciativa en el juego pero el intento no pasó de ahí. El Atleti estaba bien plantado y nunca sintió verdaderamente peligro. Es más, pasados los primeros minutos llegaron, a base de juego vertical, las primeras llegadas de Adrián (otra buena primera parte), Juanfran (bien también en el interior) y sobre todo de Salvio. Un jugador que ni me convence ni creo que me convenza nunca. Ni alto, ni fuerte, ni rápido, ni hábil, ni goleador, el argentino es de esos jugadores que parece que si…pero que no. No obstante no estuvo mal en el partido, para ser justos, y suyas fueron las mejores ocasiones y las jugadas más peligrosas de la primera parte. En especial un remate al palo que mereció ser gol. Los italianos se estrellaban una y otra vez con el rigor defensivo de los colchoneros pero sin Klose y con Hernanes desparecido aparecía como un equipo vulgar que poco a poco se resignaba a tirar la toalla.

La rendición total tuvo lugar al poco de comenzada la segunda parte cuando Godín remató de forma excelente un córner sacado por Gabi. El 1-0 lejos de espolear a la Lazio consiguió que el Atleti aumentara y adelantara su presión (¡gracias Simeone!) dejando las carencias de los celestes todavía más en evidencia. La escuadra del Cholo debió pensar que no merecía la pena el esfuerzo y decidió que la última media hora fuese un entrenamiento en el que Falcao o Turan (que entraron al campo) pudieran estirar las piernas.

Partido sin historia que ponía el broche a una magnífica eliminatoria que engorda la ilusión de la afición atlética por una competición que se pone preciosa (Manchester City, Manchester United, Valencia, PSV,…). Una competición en la que ya conocemos lo que significa ganar y que no me importaría repetir. Fíjate, conozco Rumanía pero nunca he estado en Bucarest.


Engineers – Said and Done


Dejándolo

Sporting 1 - At. Madrid 1

Leí una vez en algún sitio que dos de los grandes problemas de la humanidad eran la hipocresía y la incoherencia. De la hipocresía evitaré hablar aquí porque me parece que es un concepto que básicamente monopoliza el mundo de la política (aunque en todas partes cuecen habas). Me centraré en la incoherencia que es algo que me pilla más de cerca. Y es que uno de los efectos más devastadores que está teniendo esta desastrosa gestión del heredero Gil es precisamente el provocar un estado de inseguridad en el subconsciente del aficionado colchonero, que muchas veces nos arrastra hasta el abismo de la incoherencia. Creer que un quinto puesto es un éxito, plantearse que perder para perjudicar al Real Madrid es una opción, entender que salir a empatar en la mayoría de los campos es “normal”, asumir que jugar al contrataque es colgarte de tu larguero con once y esperar que suene la flauta,...Todo ello es radicalmente incoherente con la historia, la esencia y el presupuesto del Atlético de Madrid pero ha estado aquí hasta hace cuatro días.

Por eso hoy, tras empatar en Gijón por tercera vez consecutiva en liga, en el momento el que los agoreros y pesimistas comienzan a levantar su voz para enjuiciar con aliento rancio la labor del Cholo Simeone yo prefiero agarrarme a la coherencia que siempre busco (y no siempre encuentro). Durante años he tratado de reclamar una idea, un esqueleto, un discurso, una forma de juego en la pudiera reconocerme. Bien, ha llegado. Me reconozco en este equipo. Me siento muy orgulloso de que hoy Clemente, hace unos días el entrenador de la Lazio y antes el del Racing,... digan que se han enfrentado a un equipo muy bueno y terrible. Eso es exactamente lo que quiero, que todos dentro y fuera de este bendito equipo sepan que estamos hablando del Atlético de Madrid. Nunca he sido resultadista y estoy convencido de que la pelotita, al final, acabará entrando.

El partido de hoy es evidente que no ha sido tan vistoso como los anteriores. Era difícil mantener el nivel pero probablemente a ello ha colaborado el nuevo espíritu que ha implantado el infatigable Clemente en el Sporting. Al vizcaíno se le puede achacar lo que se quiera pero la capacidad de impregnar coraje es obvia y evidente. El equipo asturiano ha saltado al campo supervitaminado y con la lección bien aprendida. Agresividad y corte de ritmo al rival. El Atleti, algo más espeso que otras veces en la circulación, salía nuevamente bien plantado y tácticamente arropado pero sin tanta fluidez. Aun así, bien pronto pudo ponerse por encima en el marcador si Falcao no hubiese marrado una clarísima ocasión a tres metros de la marca del gol. Más claro todavía fue un remate de Godín a salida de córner, que con la puerta vacía incomprensiblemente manda el balón por encima del larguero. El Atleti poco a poco se adueñaba del balón y del partido mientras la furia rival de desgastaba de forma innocua. El primer gol parecía claro que llegaría por parte colchonera y así fue aunque con un poco de suerte. Adrián se va en velocidad hacia la portería en un gran arranque pero en lugar de abrir a sus compañeros o tirar a puerta, hace una cosa intermedia que hubiese acabado en nada de no ser por un defensa del Sporting que la mete en propia puerta.

El partido parecía claro y controlado pero los de Gijón no estaba por la labor de dejarse arroyar. A base de fuerza, pundonor y vehemencia lograron quitar el balón al rival y meter al Atleti en su campo. Un Atleti que no acertaba con la tecla para contrarrestar el empuje asturiano y que empezó a defender más de la cuenta. Aun así el empate llegó con algo de suerte también. Una especie de melé en el área que deja un balón suelto y que Eguren se queda (con la mano) para meterlo en la red. Empate que ponía justicia en el marcador al esfuerzo de unos y otros pero no al fútbol ni a los méritos futbolísticos.

La segunda parte fue más divertida, más abierta, más toma y daca pero no sirvió para modificar los guarismos. Y no se modificaron por la sospechosa y preocupante falta de puntería de Diego, Salvio, Adrián y sobre todo Falcao. El Colombiano es un prodigio de derroche, facultades y ojo, juego. El problema es que está fallando más de la cuenta. Y esa fue toda la historia de la segunda parte. Toma y daca, llegadas del Atleti y paradas del portero rival. Por el camino una preocupante lesión de Diego (muscular, más que probable baja para el Barça) y la certeza de que el fondo de armario diseñado (dicen) por Caminero es una basura. No tengo muy claro que la misión de Caminero en este equipo no sea exclusivamente la de pasear su, no muy higiénica, barba por las ruedas de prensa mientras el señor de las vueltas a la M-30 se busca sus comisiones, pero sea quién sea el que diseñó esta plantilla es lamentable y lo acabaremos pagando. La salida de Salvio por un excelente Koke no sirvió de mucho (aunque el argentino no estuvo tan rematadamente mal como acostumbra) pero es que la de Pizzi por Adrián fue literalmente insultante. El portugués es como el ánima de Fiz de Cotovelo pero al revés. Está pero no se le nota. Nunca. Con lo que costó su fichaje hay equipos profesionales que conforman todo su presupuesto. De locos.

Así que empate a uno. Mal resultado buenas sensaciones. La misma película de los últimos partidos. Puede que en el futuro nos lamentemos de los puntos perdidos. Puede. Puede que todo esto se desmorone y en el futuro nos acordemos de esos días en los que soñábamos. Puede. Puede que uno este obnubilado por aquello que tanto desea ver y no sea capaz de ver la realidad delante de sus ojos. Puede. Puede que todo lo anterior sea así o no pero me da igual. Yo creo en esta forma de equipo así que no quiero seguir aferrado al pesimismo. Estoy dejándolo.

Josh Rouse - Givin’ it up

Yeah, Yeah, Yeah...

SS Lazio 1 - At. Madrid 3

Hubo un tiempo, hace unas horas como aquel que dice, en el que todo eran problemas, miedos, excusas, pendientes cuesta arriba, terribles quebraderos de cabeza. Todo era una complicación. Cualquier rival era un sufrimiento y un drama. Todo era imposible. Sobrevivir era un triunfo. Hubo un tiempo en el que el Atlético de Madrid, gracias a entrenadores cargados de ideas mediocres recién traídos del país de la mediocridad que además venían auspiciados por los dirigentes tóxicos que lideran los designios de este club, había asimilado hasta el tuétano las justificaciones y el discurso de los equipos pequeños. Esa suerte de ponerse la tirita antes de tener la herida. Ese discurso hipócrita de sentirse perdedor para que luego cuando se perdía por la mínima se pudiera vender el resultado como un triunfo.

Hubo un tiempo, acuérdense de Manzanos, Ferrandos, Aguirres, Abeles, Quiques, Manzanos,..., en los que ir a jugar al olímpico de de Roma era ir a sufrir. A no jugar. A encerrarse. A defender. A vivir en tu área. A dar pelotazos. A esperar el fallo del rival. A perder. Hubo un tiempo en el que los entrenadores querían ser más ingleses que los ingleses o más italianos que los italianos. Todavía no sé si creérmelo pero parece que esos tiempos se han dejado atrás. La llegada de Simeone no sólo a supuesto un resurgir en los resultados y un empujón a la autoestima de un puñado de jugadores que ahora parecen la antipartícula de lo que eran hace unos días. No, la llegada de Simeone, y eso es mucho más importante, ha supuesto el cambio radical de mensaje. De estilo. De idea. El Atleti es un equipo. Ahora si. Un equipo además que ahora siempre, ahora si, sale a ganar. Lo hará o no lo hará pero no especula. Un equipo con un estilo propio y reconocible que se adaptará a las circunstancias cuando tenga que hacerlo pero que siempre será fiel a su personalidad. Un equipo con el que, ahora si, uno se puede ilusionar. Un equipo, en el que, ahora si, uno se puede reconocer. Un proyecto en el que, ahora si, uno puede y quiere creer. Hoy si, después de mucho tiempo dan ganas de gritar de alegría..yeah, yeah, yeah!

El partido fue otra exhibición rojiblanca de fuerza, ilusión, rigor, compromiso, esfuerzo y fútbol. Salió una vez más con la tensión a tope y aferrado al rigor táctico como una lapa. Presionando arriba, robando rápido el balón y jugando en campo contrario. Las premisas fueron una constante durante todo el partido. Un partido que podría haberse puesto franco casi desde el principio si Falcao acierta un magnífico pase entre líneas que sin embargo lanzó por encima del larguero. El Atleti lo hacia todo y todo lo hacia bien. La escuadra romana ejercía sin complejos de italianismo y esperaba en su área pero no se sentía cómoda. No controlaba el partido ni el juego ni el tempo y los madrileños llegaban demasiado. Simeone apostaba por Koke de titular en detrimento de un Turan que había dejado buenas sensaciones en los partidos anteriores. La apuesta podría haber sembrado dudas en otros tiempos pero hoy no. El canterano ha completado un sensacional partido. Engrasando el equipo, dando fluidez a la circulación de balón y equilibrando mucho el equipo. Jugará bastante si sigue así. El 0-1 parecía inminente pero lo que llegó fue un inesperado fallo de Courtois. Tiro lejano que despeja mal y cuyo rechace aprovecha Klose para abrir el marcador. Sería injusto cargar las tintas con un portero que está haciendo una campaña soberbia. Un fallo. Fin de la historia.

Pero el Atleti, y esa es una de las buenas noticias de la noche, siguió exactamente igual. Tranquilo, intenso y creyendo en si mismo. Lo que nunca hacíamos. Así seguían llegando las ocasiones y así llegó el gol de Adrián. Pase desde la derecha del renacido Juanfran, salto portentoso de Falcao y Adrián que marca en posición dudosa. Pero es que, y es otra de las grandes noticias de la noche, el Atleti siguió exactamente igual. Fuerte, presionante y ambicioso. Así llegó el segundo poco antes del descanso. Taconazo de Adrián que expande el concepto de obra de arte, conducción de Diego dentro del área, pase al segundo palo y llegada de Falcao adelantándose a todos. El Atleti se iba al descanso con la justicia en el marcador y la sensación de haber completado un excelente primer tiempo. No era una sensación.

Pero es que el segundo fue igual. Monologo rojiblanco que simplemente se vio salpicado cuando mediada la segunda parte los romanos se estiraron un poco, robaron el balón por momentos y trataron de generar peligro. Fue entonces cuando apareció ese punto de ambición que tantas veces no aparecía y hoy se buscó hasta encontrarlo. Llego el tercero. De nuevo Falcao. De nuevo entrando en el segundo palo. De nuevo tras genial jugada de Adrián. 1-3 en el Olimpico de Roma. Otros se hubiese echado atrás a dejar pasar el tiempo. El Atleti no. El Atleti siguió controlando el partido, teniendo oportunidades y acabando el partido en el área rival. El Lazio ni estaba ni se le esperaba.

Enorme resultado que invita al optimismo. Sensacional actitud que despierta el orgullo. Soberbia intensidad que asusta. Terrible entrega física que levanta el aplauso. Contundente juego que provoca la ilusión. Este si es mi Atleti. Yeah, yeah, yeah...

The Pogues - Yeah, Yeah, Yeah...


Monólogo de doble vía

Racing Santander 0 - At. Madrid 0

Durante años y años me he dejado las pupilas y las yemas de los dedos tratando de explicar, convencer y convencerme de que hay distintas formas de perder. De que no todo es el resultado. De que hay derrotas que fabrican optimistas cimientos para el futuro y que hay victorias que dejan esa gélida sensación de que no hay nada que hacer. Uno se acuerda hoy de esos partidos con Ferrando o Aguirre o Manzano, esos discursos miedosos y con trampa, ese salir a no perder, esos objetivos rancios, esas dificultades prefabricadas a priori, esos empates aburridos, mediocres y casposos que se vendían adosados a la gloria. Uno se acuerda de aquel atentado institucional contra el corazón del sentimiento rojiblanco y le vuelve a salir urticaria. Aquello empequeñecía la historia y el nombre de este club. Lo hacía además a pasos agigantados y es precisamente esa miseria la que nos ha llevado, en parte, a dónde estamos. Entonces recibía críticas por no valorar lo que supuestamente estábamos haciendo pero yo lo que hacía era precisamente preguntarme, sin estupefacientes, qué era de verdad lo que estábamos haciendo. Aquel entrar en Europa por la puerta de atrás, aquellos cuartos puestos de casualidad conseguidos con colecciones irregulares de jugadores pero nunca con equipos. Aquello era, como dije entonces y se ha visto después, pan para hoy y hambre para mañana. Nada sólido sobre lo que poder construir. Humo.

El Atlético de Madrid ha empatado en Santander en, probablemente, uno de los mejores partidos del equipo en los últimos años. Es un empate ruin e injusto que nos frena en esa radical vuelta a las posiciones altas de la tabla, pero es también un empate que despeja más dudas de las que crea. Es un empate para estar orgulloso y es un empate que no puede entenderse igual que tanto y tanto empate cicatero que nos hemos comido en la última década. El Atlético de Madrid que se vio en Santander es un equipo rocoso y hormigonado contra el que es muy difícil jugar. Sí, pero además fue un equipo ambicioso, vertical, hambriento, valiente y cuando pudo jugón. Irónicamente, las estrellas del Atleti de Simeone, ese equipo que se suponía defensivo y táctico, no son los mediocentros defensivos ni los centrales ni el portero. Las estrellas de este equipo son las que todos entendemos. Diego, Adrián, Turan, Falcao. Da igual quien juegue de central porque el equipo no se pasa el partido defendiendo y porque además el equipo defiende como equipo y así es todo mucho más fácil. Perea puede jugar sin que nos tiremos de los pelos. Gabi asume una función concreta, que si que puede hacer, evitando desempeñar papeles estelares para los que no está preparado. Así podemos hablar de todos y cada uno de los jugadores. Es cierto que la plantilla está descompensada, es corta y los relevos arriba son de muy poca calidad (tengo serias dudas de que cualquier muchacho del filial no sea mejor opción que Salvio o Pizzi) pero todo eso no es culpa de Simeone, el artífice de esta resurrección. Es culpa de los de siempre, de los que probablemente volverán a cargarse este sueño que ahora comienza.

Un monólogo de doble vía. Eso es lo que fue el partido. Un monólogo sin guinda final, ofrecido por este renacido, brillante y empático Atlético de Madrid. Control del ritmo, del balón, del juego y del partido. Sin concesiones. Sin especulaciones. Con los mismos parámetros ofrecidos siempre hasta ahora desde que Simeone está a los mandos. Dentro y fuera de casa (¿Eh, señor Manzano?). Queriendo ganar desde el primer minuto pero sin perder la cabeza. Romo, denso, junto. Difícil de pasar. Ansioso por recuperar la pelota y recuperándola. Con esos continuos cambios de posición de Diego, Arda, Adrián,... Con un incansable Falcao. Con un Tiago que ha tomado el liderazgo en el centro del campo y lleva la manija del equilibrio pero al que no se le echó de menos cuando tuvo que dejar su sitio a Mario por lesión. El Atleti lo hizo todo bien en el partido...excepto lo más importante: meter gol. La falta de definición mostrada frente al Valencia se vio hoy con mucha mayor profundidad, si cabe. Un problema que ya no es de entrenador. Al equipo le falta el instinto letal. El tener en la cabeza que puede que esa oportunidad que tienes sea la única del partido. Falta esa combinación de suerte, concentración y talento que supone la definición y que hoy por hoy marca las diferencias en el fútbol. Falta, es evidente, pero soy optimista.

El equipo plasmaba su intensidad en campo contrario y anulaba al Racing de Santander. Los cántabros eran incapaces de dar dos pases y a veces no tenían tiempo ni de dar un patadón. La presión colchonera era tan asfixiante que anulaba cualquier posibilidad de juego del contrario. Eso fue la constante de todo el partido. El Atleti robaba y se iba directamente a la portería contraria cuando encontraba superioridad o esperaba la elaboración cuando el contrario estaba armado. Constantes cambios de posición, estudiadísimas incorporaciones de los laterales, movimientos inteligentes arriba y un Diego en estado de gracia. El brasileño hizo un partido completísimo demostrando lo excelente jugador que es y también que debe ser. Diego es, porque Simeone quiere que lo sea, la referencia creativa de este equipo. El partido fue una sucesión de ocasiones de los rojiblancos de toda clase y condición. Remates fallidos desde la frontal del área (¡ay Turan!), balones colgados desde los lados que Falcao no define (¡ay Falcao!), combinaciones vertiginosas que dejaban posibilidad de remate dentro del área (¡ay Diego y Adrián!). El Atleti tuvo docenas de ocasiones claras que unas veces la mala suerte (dos tiros al palo) o la falta de precisión y otras el estado de gracia de Toño, el portero del equipo cántabro, hacían que el marcador acabase como empezó. El Racing sólo tuvo un pequeño arreón digno de ser mencionado al inicio de la segunda parte que Courtois anuló con esa insultante suficiencia a la que ya estamos acostumbrados. El resto un monólogo de juego, poderío, carácter, velocidad, agresividad, entrega y ambición. Cuando el árbitro pito el final uno rezumaba cabreo por todos los lados pero era un cabreo que apestaba a orgullo. Ayer uno se sentía orgulloso de pasear su afición colchonera por delante de todo aquel que hubiese visto el partido.

Volviendo al principio, el empate me deja la clara evidencia de que así tiene que jugar este equipo. No es mi forma favorita de fútbol pero no me importa. No es el juego del Barça ni falta que hace. No es el juego del Madrid, ni del Villarreal ni del Valencia,...ni falta que hace. Es nuestro juego. Es el juego del Atlético de Madrid y en ese contexto si me siento identificado. Si me gusta. Habrá días que sea bonito y habrá días que no. Me da igual. Ahora sí. Creo en esta idea. Creo en Simeone.


Sondre Lerche - Two way monologue

La vida moderna es basura

At. Madrid 0 - Valencia 0

Que el mundo del fútbol es una inmensa e infinita plantación de eufemismos es algo que todos intuimos. Que algunos de esos eufemismos son tan abundantes y crecen robustos, sanos y en cantidad suficiente como para que cualquiera los pueda utilizar sin tener que dar demasiadas explicaciones al respecto, es algo también más que evidente. Ahora bien, que por todo ello tenga que poner cara de poker, callar, asumir y entender determinadas vejaciones para el espectador es algo por lo que no estoy dispuesto a pasar. No pienso hablar de planteamiento “inteligente” ni de “juego táctico” para decir aberración. El fútbol puede que sea, como decía Bill Shankly, más que una cuestión de vida o muerte y en base a esa idea tendré que llegar a aceptar las violaciones y profanaciones que el deporte rey sufre en pos del balance y el resultado. Es así, pero lo no haré jamás es defender, proteger o incluso aceptar la ruindad, la doble interpretación del reglamento, el aprovechamiento de la buena voluntad del prójimo o la permanente búsqueda de la trampa como si se tratase no ya de algo lícito sino encima elogiable. El fútbol que representa ese escrupuloso profesional de los banquillos llamado Emery es la cara sucia de este deporte y lo quiero lo más alejado posible de mí y de mi equipo. Es la antipartícula. El listo que se cuela en la M-30. El que está esperando escondido a que te caigas para pisarte. El millonario que no pone la calefacción para ahorrar. El adinerado que se queda sin cenar para ahorrarse la dieta. El que no da la cara más que cuando tiene todo a favor. Es la renuncia a la pura esencia del deporte. Es el egoísmo zafio como forma de vida. Es lo que toda la vida se ha venido llamando antifútbol y ahora eufemísticamente disfrazan de fútbol moderno. Admirados analistas si esto es la vida moderna, la vida moderna es basura.

La noche se hacía más apetecible según avanzaba la hora del partido. El frío polar del fin de semana parecía dar la tregua por unas horas y los resultados en la clase media de la liga invitaban a volver a ilusionarse con el Atlético de Madrid. Un equipo en franca resurrección frente al tercer clasificado de la liga, el todopoderoso Valencia. Un equipo equilibrado y con una plantillas más que interesante. Un tercer clasificado que vive además cómodamente sin la exigencia, al parecer, de mirar arriba y con la tranquilidad de no tener a nadie por debajo que esté a tiro. Todo apuntaba a partidazo, pero la sensación se difuminó nada más comenzar el partido y ver la figura que ridículamente correteaba en el banquillo del equipo contrario. Emery, ese valiente estratega. El adalid del supino sopor.

En seguida se vieron las premisas de lo que vendría después. Presión asfixiante, centro del campo minado y cercado para que nadie lo utilice, patadones al hiperespacio y renuncia fehaciente del balón. Así comenzó el partido para los dos equipos. El Valencia como forma de vida. El Atleti obsesionado por el rigor táctico de su nuevo entrenador y la necesidad no pasar riesgos en defensa para olvidar los tiempos no tan lejanos de la mujer barbuda. En partidos anteriores del Atleti de Cholo ya vimos lo mismo al comienzo del partido pero fue siempre tan sólo un periodo momentáneo de asentamiento. Contra el Valencia se intentó también que así fuera cuando pasados los minutos de acople Tiago, Gabi, Diego y Arda trataron de tomar algo más el balón para tratar también de hacer algo con él. Fue entonces apareció también el plan B de Emery. Aumentar un grado el nivel de violencia (el partido se corta por las buenas o por las malas), elaborar todavía menos (¿para qué?) y romper el ritmo constantemente a base de perder tiempo. Cuando el tercer equipo de la liga ves que en el primer cuarto de hora de la primera parte empieza ya a no querer jugar y a perder tiempo contra un equipo al que le saca siete puntos, hay que preguntarse si llamar a esto liga de las estrellas no es una tomadura de pelo. Bochornosa la actitud del equipo de Emery. Lamentable.

El Atleti se estrelló contra esa masa de antifútbol y se vio incapaz de mantener el ritmo y profundizar. Espeso y trabado en la creación sin embargo fue capaz de llegar alguna que otra vez con peligro. De hecho fue el único sobre el césped que lo intento aunque fuese de forma esporádica y casi circunstancial. Clamoroso fallo fue la jugada que Falcao marra en boca de gol cuando se encuentra en el segundo palo con un balón colgado y que pudo haber cambiado la música del partido. Pero salvo escenas puntuales y algún que otro balón colgado el partido transcurrió dentro de los límites del soporífero esquema futbolístico de Emery: que pase el tiempo sin que ocurra nada dentro del campo, a la espera de que aparezca un fallo del contrario. Así acabó la primera parte y así acabó la segunda. Con un Atleti que cada vez se volcaba más asumiendo más riesgos (pocos, todo hay que decirlo), perdiendo la paciencia y tirando de improvisación mientras el Valencia renunciaba definitivamente no ya tener el balón sino a que nadie lo tuviese. Patadas tácticas, actuaciones líricas de un portero ridículo (que sin embargo sacó un par de tiros que iban dentro), patadones al balón y constantes pérdidas de tiempo. El “inteligente” planeamiento de Emery para empatar a cero salía como estaba previsto gracias en parte a un árbitro generoso con la vida en la tangente del reglamento y cómplice con las estupideces interpretativas del equipo levantino (aunque sería injusto culpar al árbitro del resultado).

Simeone trató de reactivar el equipo sacando a Koke y Salvio por un Diego fallón y sin rítmo y un exhausto Turan. Koke equilibró el equipo pero no pudo aportar gran cosa ofensivamente. Salvio estuvo a punto de perder él solito el partido. Para mí es un misterio que este jugador siga no ya en el Atleti sino en el fútbol de elite. Todo en él resulta sucio y deslavazado y todavía no he conseguido ver nada que merezca la pena. No tiene físico, ni velocidad, ni técnica, ni pundonor, ni pase, ni gol, ni versatilidad, ni nada. Una broma.

Y así, con frío gélido y cerocerismo acabó el partido. Un partido que acaba con la sensación de que Emery tenía mucho miedo al Atleti lo cual no debe entenderse como mérito porque Emery tiene miedo de todo. Gracias a la elogiada necedad de este tipo de entrenadores lo que podía haber sido un bonito partido de fútbol se convirtió en una aburrida oda al resultadismo más lamentable. Aquel que ni siquiera es necesario. Le deseo lo mejor al Valencia pero lo peor a Emery y los Emerys que hay por el mundo. Su triunfo no sólo es mi fracaso sino el fracaso del fútbol, del deporte, de la legalidad, del sentido, de la lógica, de la belleza y de la vida. Si Emery representa la modernidad que se queden él y sus palmeros con ella. A mí me gusta el deporte valiente y honrando. A mí me gusta el fútbol.



Blur – Modern life is rubbish