Muchas gracias a todos los que os habéis pasado por aquí durante todos estos años.

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¡Un abrazo!

Buena sensación, mal resultado (At. Madrid 2 - Sevilla 2)




Decía Chesterton que divertido no es lo contrario de serio. Divertido es lo contrario de aburrido y no hay más. El partido de esta tarde en el Calderón podrán enmarcarlo en el cajón intelectual que los eruditos quieran, loco, sin rumbo, alocado,... lo que quieran, Cada uno tendrá su justificación pero lo que no creo es que dude nadie de que ha sido un partido divertido. A pesar de que el fútbol se supone que debe ser fundamentalmente un espectáculo, lamentablemente muchas veces no es así y en el caso concreto del Atleti hacía mucho tiempo de hecho que no era así. El empate a dos que señalaba el marcador al final del partido,ese empate que otras tantas veces ha reflejado el marcador, hoy sin embargo era injusto a tenor de lo que había pasado en el césped. Hoy una vez más la suerte le ha sido esquiva al equipo colchonero pero El Atleti hoy ha ofrecido un espectáculo digno y divertido pero sobre todo si ha parecido un equipo digno en torno al balón y al calor de su público. ¿Era tan difícil?

La tarde era magnífica para ir al fútbol. Me encantan los partidos a primera hora de la tarde que es la hora a la que siempre se había jugado al fútbol en este país. Buena temperatura, estadio lleno y cada vez más bufandas oro y verde en los aledaños y en las gradas lo que hacía que uno entrara al campo con más ánimo de lo que era normal estos últimos días. El equipo pareció también contagiarse de ese ambiente porque apareció con mucho ritmo sobre el césped. Quique repitió alineación (yo creo que por primera vez en lo que de temporada) y salvo la inexplicable presencia de Raúl García, no ya en el equipo titular sino en la la plantilla que está dada de alta en la federación, el equipo parecía bastante lógico viendo lo que hay. El brío anímico casaba muy bien con los dos interiores que hoy otra vez se escapaban de su enquiosada posición en la banda para unirse al centro del campo y ayudar a la creación. El equipo lo acusó para bien haciéndose dueños del balón y del partido mientras metía al equipo sevillano en su campo. Buena primera media hora de los madrileños que confirmaba sobre todo las buenas sensaciones que ya dejó Koke en Zaragoza. El canterano muy bien entre líneas, muy activo, listo y tácticamente sacrificado. Cuando escucho eso de que los jugadores se están adaptando me acuerdo de casos como este. Los buenos jugadores no necesitan adaptación.

Enfrente estaba el Sevilla, un equipo como el nuestro en horas bajas que hoy se presentaba con la peor versión de los últimos años. No por jugadores sino por actitud y concepto. Dónde antes había un equipo defensivamente robusto, bien armado, vertical, valiente y letal, hoy la valentía desaparecía y las opciones pasaban por eso tan conocido de esperar a ver que pasa. Lo que tantas y tantas veces he despreciado de mi propio equipo aparecía enfrente. Claro está, en el banquillo se adivinaba la figura de Manzano, ex entrenador colchonero, que como todos los entrenadores que ficha MA Gil es de esos directores técnicos que reniegan a llevar la iniciativa, que cualquier éxito pasa por los errores del rival y sobre todo que se crecen únicamente en la mediocridad.

Pero pasado los 30 minutos el Atleti se quedó sin brío, empezó a pasarse la euforia, empezó a desaparecer Tiago y a aparecer Raúl García y se acabo la esperanza. En la primera llegada de los hispalenses, en un fallo defensivo en la marca, no tengo claro de si de Reyes o Raúl García, Negredo engancha un buen balón que se cuela en la puerta. Injusto resultado con el que se iban los sevillanos al descanso que pudo no haber sido tal si el bueno del Kun hubiese acertado un remate a bocajarro pocos minutos después pero el argentino remató a los pies de Varas.

Convencidos de la mala fortuna, la segunda parte comenzó como la primera, con las mismas ganas y el mismo ritmo pero con más suerte. A los pocos minutos Forlán ve el desmarque en diagonal hacia el área de Keko y le mete un soberbio pase que el canterano remata a gol de forma prodigiosa. Golazo que servía de merecido premio a un jugador en franca progresión.

El partido entonces entró en un tramo bastante loco y alejado del rigor táctico, eso que tanto pavor le da a los entrenadores en general y especialmente a entrenadores como los nuestros, como los que estaban hoy en el campo, que piensan que el talento, la diversión y la magia son enemigos del fútbol. Un Atleti lanzado llegaba al área rival y primero koke otra vez y después unos demasiado egoistas con el balón Reyes y Kun pudieron haber puesto a los colchoneros por arriba. Pero también los madrileños dejaban huecos para que los sevillanos salieran en contrataque. Los del Nervión sin embargo no llegaron a inquietar a De Gea hasta mediado el minuto 70 en el que un contrataque muy bien lanzado por los andaluces acabe de nuevo con un balón suelto en el borde del área que remata un desaparecido hasta entonces Rakitic. El Sevilla se ponía por segunda vez por delante en el marcador y por segunda vez de forma injusta.

Desde ese momento hasta el final el partido fue un acoso constante de los madrileños apoyados por una afición sin fisuras y entregada a un equipo que hoy si sentía como suyo. El empate llegó tras un error tremendo de los de Manzano tirando el fuera de juego que dejaron a Reyes encarar sólo por la izquierda y llegar hasta la portería para marcar. El partido podría haberse decantado por los locales si el Kun no hubiese fallado delante del portero en la jugada tonta del partido. Una muy dudosa cesión al portero de los sevillistas es sacada con picardía por Tiago para que el Kun con todo por delante rematase al portero. Pero también se podía haber perdido si en gran disparo de Negredo desde muy lejos hubiese ido unos milímetros más abajo en lugar de estrellarse con el larguero.

El equipo deportivamente se derrumba, la institución está infectada y podrida por dentro. La cantidad de pancartas en contra de la directiva crece con los partidos y la campaña de desinformación de los medios se intensifica día tras día. Malos tiempos para un equipo gerencialmente despreciable, penosamente planificado y torpemente entrenador pero un equipo que hoy no merecía perder.

¿Cómo vemos al Sevilla?




Esta misma semana recibí un correo de un blogero sevillista invitándome a participar en una iniciativa muy interesante que consistía en escribir un artículo para su blog comentando la perspectiva del Sevilla o el Sevillismo desde el Atlético de Madrid.

El reto desde luego era muy peliagudo e interesante así que acepte y lo hice dejando claro desde el principio que lo que escribía era mi sentir, no el sentir de TODA la afición colchonera.

Aquí está el resultado por si alguno está interesado. AQUÍ

En otra ocasión con más tiempo (esta semana ha sido complicada para mí) no me importaría hacer algo parecido. Me parece una gran idea.

Rubicón



Cuentan las crónicas que el 12 de Enero del año 49 a.C. Julio Cesar paró sus tropas a la orilla del río Rubicón para reflexionar. Aquel río, el Rubicón, marcaba entonces la frontera legal entre la provincia de Roma y el resto del imperio. Julio Cesar llevaba en las Galias ocho años combatiendo exitosamente en nombre de Roma pero el corrupto senado romano, liderado por Pompeyo, había hecho todo lo posible por desprestigiar su legado. Trataba de deshacer su ejército, había dejado sin efecto todas las leyes creadas por Julio Cesar y hasta le habían ordenado deponer el mando y volver a Roma de forma deshonrosa.

El derecho romano tenía una ley inquebrantable desde el nacimiento de la república que fue constituida para proteger el epicentro del imperio de posibles revueltas. Cualquier general tenía prohibido cruzar con su ejército en armas la frontera de la provincia, el río Rubicón. Estaba prohibido y sobre ello reflexionaba Julio Cesar cuando mandó parar sus tropas aquel día camino de Roma. Cruzar el río significaba ser enemigo de la república a la que amaba y a la que siempre había sido fiel. Cruzar el río originaría una guerra civil a la que ya no se podría dar vuelta atrás. Julio Cesar pensó entonces si merecía la pena no perturbar la supuesta paz del imperio. Pensó que aquel imperio romano por el que daba a diario la vida se había convertido en un ente corrupto dirigido por un Senado de incompetentes, restentidos y ladrones. Valorando pros y contras llegó a tenerlo claro y fue entonces cuando dio la orden de cruzar el Rubicón.

No había vuelta atrás. Alea Jacta Est.

En estos días las aguas del Rubicón atlético bajan revueltas. Tanto que a casi todos los que componemos la dilatada familia rojiblanca y allegados nos han puesto (o nos hemos puesto, que me da lo mismo) a la orilla de nuestro particular Rubicón. Abonados, no abonados, aficionados, periodistas, notables, personajes públicos, políticos, dirigentes… todos nos vemos abocados estos días a decidir si cruzar o no nuestro particular punto de no retorno hacia la lucha perturbando la supuesta paz de nuestro equipo.

Los abonados que van al campo saben que significarse con los colores verde y oro significará también que cualquiera sabrá desde entonces lo que uno piensa de la familia Gil y de su sucedáneo de Sociedad Anónima Deportiva. Lo sabrá todo el mundo y todo el mundo podrá señalarlo después caso de que este pequeña o gran revuelta no llegue a buen puerto. Ya sabemos cómo nos las gastamos los humanos en general pero especialmente los españoles que encabezamos la lista mundial de maestros en eso del “ya te dije yo que…”. Ya sabemos lo bien que se da en este país eso de crucificar al que se expone. Por eso muchos calman sus dudas en la orilla.

Algunos de los que hace tiempo renegaron de renovar el abono sin renunciar a profesar amor a los mismos colores temen también ahora volverse a embaucar en una cruzada que podría llevarles al mismo punto del que salieron escaldados una vez. Muchos se resisten a la vulnerabilidad y se refugian en una suerte de cinismo que les ha mantenido hasta hoy a la distancia justa. Cicatrizada la dolorosa herida de tener que renunciar a aquello que tanto habían querido, sienten ahora cierta pereza y recelo de acercarse de nuevo a la bestia, esa tan radical que puede ser alegría y desgracia casi a la vez. Recelan de movimientos que no parecen del todo infalibles y temen volverse a sentirse traicionados. Dudan de los salvadores porque ya fueron “salvados” una vez y la herida sigue escociendo. Saben que cruzar el río ahora significa en cierto modo renegar de la nueva posición en la que han conseguido vivir con tranquilidad los últimos años pero también saben que ya no podrán volver atrás porque un nuevo paso atrás sería esta vez definitivo. Por eso justifican su posición aplicando el purismo sólo a uno de los bandos y por eso esperan también expectantes en la orilla.

Existen colchoneros que mojan ya sus pies en el agua pero dudan de si tirarse o no ante la evidente amenaza de tener que volver a degustar las hieles del infierno. La situación les recuerda demasiado a otra acontecida no hace muchos años. Los años en segunda fueron un mal sueño pero un sueño que nos descompone el estómago cada vez que vuelve su aroma en forma de un recuerdo que se puede repetir. Convencidos de dónde está el problema no pueden sin embargo dejar de ver el estado febril, terminal y calamitosos del equipo que salta todos los domingos al campo y son conscientes de la fragilidad que lo atenaza. Una fragilidad que hace que a nadie le sorprenda el que su irreversible deriva hacia la oscuridad dependa de un golpe de suerte. No saben cómo puede afectar esta lucha desigual en el devenir concreto de su equipo pero no se pueden quitar tampoco de la cabeza lo que sería ser seguidor de un club limpio, sin mentiras, sin engaños, sin dirigentes procesados, sin directores deportivos que insultan con su mera presencia y sobre todo con ese mítico orgullo colchonero que hoy está extinto en palco y césped. Mientras se debaten en dudas que no acabarán nunca esperan recelosos en la orilla.

Pero también aparecen en esa misma orilla figuras notables de la historia rojiblanca, conscientes de la realidad, convencidos de la necesidad de cambio, empáticos con los movimientos populares de oposición pero siempre en la inútil intimidad al estar como están acobardados de las futuras represalias. Los unos inquietos ante la posibilidad de poder quemarse en la pira de la opinión pública y los otros temerosos de perder las sabrosas sobras que en bolsas para el perro de vez en cuando les “regalan” desde el gilifato. Escondidos tras la máscara esperan en la orilla a ver qué pasa, incapaces de significarse, esperando llegar al final.

Una orilla que estoy seguro también está poblada por docenas de periodistas que en su fuero interior querrían volver a serlo, que manejan más información que nadie y que precisamente por ello se sienten peor que ninguno por dentro. Esa suerte de humanos sometidos a la cruel encrucijada de jugarse el sustento alimenticio por tratar de hacer justicia, algo que saben perfectamente que se encuentra al alcance de su mano. Una verdad de la que ellos, por una vez, podrían ser paladines. Pero tienen miedo de ser los primeros. Tienen miedo de ser los únicos. Tienen miedo de tener miedo y también esperan a ver qué pasa.

La niebla es densa en la orilla del río Rubicón y no conseguimos vernos unos a otros. Escuchamos las voces que desde el otro lado invitan a saltar pero recelamos de esa voz al no ver la cara que grita. A veces la vemos pero no sabemos quién es y también recelamos. Recelamos de todo sin reparar en que la voz salvadora es precisamente la de uno mismo, la del que está al lado, la de cualquiera. No hay otra. Es la de otros muchos con un apellido tan anónimo como el propio. Es la voz de los que sienten el Atlético de Madrid como algo bien distinto a lo que nos quieren vender y nos venden. Es la voz del Atlético de Madrid.

¿Qué nos puede pasar si cruzamos el río? ¿Qué más nos puede pasar?

La otra liga (R. Zaragoza 0 - At. Madrid 1)




Tras una semana llena de noticias, anuncios, respuestas y sobre todo emociones para los llevamos el Atlético de Madrid en la sangre, se presentaba en el césped no sólo la contundente certeza del lugar dónde hoy por hoy se encuentra este histórico equipo sino la rotunda realidad de que de haber perdido esta noche nuestro equipo el fantasma de la segunda se hubiese vuelto a presentar de forma presente. Era momento de olvidarse de otras cuestiones bastante más importantes que tres puntos pero bastante menos concretas y trascendentes, para apoyar el escudo de nuestros amores. Todo lo contrario de lo que mucho cretino teledirigido pueda pensar.

Llegados a este punto eso si el Atleti juega otra liga. La liga de la mediocridad, la de luchar en tierra de nadie por conseguir el éxito de no tener que pasar apuros. La liga en la que suelen moverse los entrenadores que vienen a sentarse en el banquillo del Calderón y al lugar por el que tienen querencia. En esa tesitura los madrileños, despojados de supuestos objetivos marcianos que ya nadie se cree, saltaron al campo con carácter dominador, colocados, sin presentar una alienación demasiado extravagante y tratando de tener el balón, algo que hizo que se me saltaran las lágrimas. Bien es verdad que una vez repuesto tomé conciencia de que enfrente estaba un equipo entrenado por Aguirre, que es algo aso como el rey de los entrenadores ladrillo. Ciertamente tiene menos mérito hacer algo así contra Aguirre (no se puede ser más Bartolo que el propio Bartolo) pero algo es algo.

El Atleti tocaba, no paraba apuros en defensa, el balón estaba en campo contrario, Reyes y Koke (buen partido del canterano) reforzaban el centro dejando la banda cada vez que tenían ocasión y el Kun haciendo del el Kun. Lamentablemente Forlán también se dedicó a hacer de Forlán Contemporáneo y apenas se le vio con el balón. Los colchoneros tuvieron varias ocasiones tímidas a lo largo de los 45 minutos pero fue en las postrimerías del descanso cuando llegaron las ocasiones más claras. Especialmente una gran jugada vertical con una soberbia pared de Koke en la frontal del área que Agüero desperdicia en el último momento por no estar más rápido en el remate. La jugada posterior de saque de esquina de nuevo es una clarísima ocasión con remate de Tiago que los aragoneses sacan en la misma línea de gol. Con la que está cayendo, buena primera parte del Atleti.

La segunda fue otra cosa. Un cambio táctico de Aguirre en el descanso ponía un Zaragoza más dinámico y ambicioso sobre el césped y sin llegar al área ni crear verdadero peligro el Zaragoza se hizo con el control del partido. El Atleti y su mítico centro del campo desapareció y las buenas sensaciones de la línea de tres cuartos con Koke y Reyes desaparecieron a la vez que el equipo perdía el balón. Los aragoneses crecían y el partido se enfriaba pero llegado el minuto 20 ocurrió la clave del partido, una clave que demuestra en una jugada muchas cosas: el corazón del jugadores del Atleti, la calidad del Kun y el factor suerte en el mundo del fútbol. Corazón porque un balón muerto en el área pequeña atlética sirve de muestra para ver como los jugadores zaragozanos entraban al balón como alimañas desesperaban mientras que los colchoneros se agarraban al factor pusilánime sin acertar a despejar el balón. El balón podía haberse colado en nuestra portería y hubiese sido el enésimo error de la defensa. Por el contrario, casi por casualidad, el balón acabó tras un rápido contrataque en los pies del Kun para que el argentino demostrase al mundo lo gran jugador que es. En apenas diez metros Agüero se va de su rival, se escora, gana hueco y mete gol. No creo que existan jugadores en el mundo mejor al Kun en esos 10m. Un minuto antes el Atleti podía ir perdiendo. Un minuto después el Atleti mandaba en el marcador. Un golpe de suerte hizo que ocurriese una cosa y no la otra.

Con el marcador por encima y un Zaragoza perdido en el campo las cosas pintaban bien para un conjunto colchonero que en contra de lo que ocurre tradicionalmente no renegó del baló e incluso a su manera continuó dominando el partido. El problema es que no consiguió matarlo a pesar de las múltiples ocasiones que tuvo, todas de ellas por contrataques bien tirados pero muy mal definidos. Los cambios de Quique sacando a Elias y Diego Costa terminaron de estropear el asunto dando pie a la postrera reacción de los maños que acabando el partido remataron dos veces seguidas al larguero ante el impasible estupor de De Gea.

Tres puntos importantísimos para huir de la zona peligrosa de la clasificación y perdernos en la mediocridad de la zona media. Espero conseguir la tranquilidad que espante el fantasma de la segunda definitivamente para así poder concentrarnos en cosas más interesantes.

El día de Santo Tomás (At. Madrid 1 - Valencia 2)




"Las masas humanas más peligrosas son aquellas en cuyas venas ha sido inyectado el veneno del miedo.... del miedo al cambio." (Octavio Paz)

En el país vasco tienen por costumbre celebrar fervientemente el día de Santo Tomás, una festividad que tiene su origen en el día del año en el que los caseros que vivían alejados de las ciudades en las montañas, recluidos del mundanal ruido, bajaban a la urbe para vender los productos que habían producido. Acudir al estadio Vicente Calderón en estos días es para mí una especie de día de Santo Tomás en el que bajo desde mí particular caserío lejos de la realidad cotidiana para confundirme con la parroquia colchonera. Aislado de la prensa seria, que es la que marca la opinión mayoritaria de los españoles (colchoneros incluidos) y confundido con el efecto internet que no pasa un día sin que me plantee si todo esto es verdad o mentira, grande o pequeño, bueno o malo, el Calderón suele ser una buena forma de palpar realmente el sentimiento de la afición atlética. Antaño lo era y me gustaba así que me temo que hoy también debe serlo aunque no me guste. No suelo volver muy contento últimamente cada vez que se celebra este particular Santo Tomás. Hoy tampoco.

Una hora antes del partido el que suscribe estaba, por circunstancias que no vienen al caso, dando vueltas por os alrededores del Calderón y ese ha sido el mejor momento de la tarde. Buen día, buen tiempo y un ambiente tranquilo, raro pero muy agradable. Bajar hacia el Calderón viendo bufandas oro y verde en los puestos habituales era ya un logro. Los colores siguen siendo minoritarios (muy minoritarios) pero había mucha más gente con ellos que hace quince días. Otra gran señal. Faltaba sólo ver la reacción dentro del estadio que para mí es donde de debe echar el resto pero aquí se acabo la alegría. Podremos hacer las lecturas que queramos pero la realidad es que el estadio ha estado callado, como si fuese un partido más, hasta que el equipo se ha puesto por debajo en el marcador. Así de crudo. Así de triste. La sociedad española está dormida y anestesiada y la afición colchonera lo está también. En la misma medida. No somos especiales.

Vamos al partido. Antes de que se me olvide por meterme en otras historias debo decir (porque así lo siento) que me duele en el alma que el Valencia se lleve los tres puntos del Calderón. Algo a todas luces injusto y lamentable. Es repugnante que equipos miserables como el Valencia de Emery (y es importante quedarse con que digo de Emery, porque no tengo nada en contra del Valencia) ganen puntos. El Valencia ha salido al Calderón a especular, a practicar esa suerte de anti-fútbol que fascina a MA Gil, a perder tiempo y a abanderar ese fútbol caduco y casposo basado en la racanería y la trampa. Lamentable en cualquier equipo pero repugnante en plantillas bien hechas, equilibradas y con talento como la valenciana. Emery vete ya, pero vete del fútbol. Tú y todos los que son como tú.

Y es que el Atleti salió mucho mejor que en el 90% de las ocasiones. Rápido, animado, metido en el partido y con intensidad. Queriendo ganar el partido que es lo que normalmente no ocurre. A los tres minutos la presión arriba (esa que rara vez práctica este equipo) provoca un error en el defensa valenciana que aprovecha Reyes para de gran jugada abrir el marcador. Alegría en la grada. Los valencianos blanditos, romos y espesos dejaban que el Atleti siguiera dominando el partido con lo que se dieron buenos minutos de fútbol. Sin tirar cohetes el equipo estaba junto y dinámico, dando muestras de equipo y con esa seriedad que nunca tenemos. Desgraciadamente nuestro entrenador es de la escuela del fenómeno de Emery y lógicamente la cabra tira al monte. Los madrileños se metieron atrás mediada la primera parte y ahí se quedaron hasta que el valencia, que no había hecho nada hasta entonces y prácticamente sin despeinarse, nos empató el partido tras una jugada rápida por la izquierda que remata Joaquín en boca de gol. Es lo que tiene. Si te tiras toda la vida en tú área el balón está a muy poca distancia de tu propia portería con lo que es más fácil que llegue a colarse.

La segunda parte ya fue otra cosa más parecida a lo de siempre. Tiago agotado hace que el equipo parezca una castaña pilonga especialmente si aparece en escena su compañero en el medio, el ínclito Rául García que ha vuelto a mostrar al mundo el tipo de jugador que es. Roto en el centro y por tanto desconectado arriba aparecen también a relucir normalmente las actuaciones estelares de Perea o Valera que por supuesto hoy no podían faltar. Pero aun así el Atleti fue mejor claramente que un Valencia mediocre, cobarde y miserable que no exponía nada, que no jugaba a nada y que perdía tiempo en los cambios cuando quedaba media hora para terminar. El Atleti pudo ponerse por delante tras un penalty tan claro como absurdo cometido a Reyes pero el “bueno” de Forlan, que ni está ni se le espera, envió la pena máxima al poste.

A pocos minutos del final, con el Atleti lanzado en en el área contraria, un contrataque ruin del conjunto che deja un balón muerto en la frontal del área que Joaquín aprovecha metiendo el esférico muy cerca del poste izquierdo de De Gea haciendo el definitivo 2-1. A partir de entonces si se escucharon cánticos contra Gil y a favor de Quique (que yo quiero interpretar como una ironía contra Gil también porque no me entra en la cabeza que alguien pueda defender hoy la labor de Quique en este equipo) pero como otras veces una gran masa de abonados se dio la vuelta y se largó del estadio. Los gritos eran importantes pero no sé si masivos y lo que tengo claro es que no eran unánimes. Muy triste.

La batalla contra los Gil ni será rápida ni será fácil. Eso lo tengo claro. También tengo claro que necesitamos que estén remando los que hoy se iban del estadio o se quedaban en silencio. Lo que no tengo tan claro es que estén por la labor de hacerlo y mucho menos claro que es lo que tenemos que hacer para que toda esa masa de atléticos abran los ojos. Hoy por hoy es lo único que me quita el sueño.

Atléticos por el cambio



Hoy se ha dado a conocer a través de internet y las redes sociales (así está el periodismo patrio) el siguiente comunicado:



Personalmente no he tenido nada que ver con la gestación, elaboración, firma y presentación de dicho escrito. Lo he tomado prestado de los foros colchoneros para colocarlo aquí pero personalmente también básicamente estoy de acuerdo con lo que dice y lo he firmado.

Léelo, piensa si estás tú de acuerdo o no pero si lo estás fírmalo también porque así seremos más los que lo hagamos. No cuesta mucho.

Ya tendremos tiempo luego de discutir si faltan palabras esdrújulas, si valdrá o no valdrá o si merece o no merece la pena. Si estás de acuerdo que se sepa.

Dejemos que las cosas se expliquen por si mismas.

Matrix



“¿Sabes? Sé que este filete no existe, sé que cuando me lo meto en la boca es Matrix la que está diciendo a mi cerebro: “es bueno y jugoso”. Después de nueve años, ¿sabes de lo que me doy cuenta? La ignorancia es la felicidad.” – (Cifra hablando con Smith).

Hace nueve, cinco o seis años yo era aficionado colchonero. Tanto o más que hoy. Iba al estadio todos los domingos, me dejaba la garganta animando los colores de toda mi vida y soñaba, otra vez en primera división, con un prometedor futuro que estaba por llegar. Desde el particular punto de vista de un colchonero puedo decir que era feliz. Mi cabeza culpaba la falta de resultados de mi equipo en las secuelas de la segunda división, lo malísimo que era el entrenador de turno y lo malísimos que eran nuestros fichajes, esos que por alguna razón siempre se volvían malos al vestir nuestra camiseta. Raramente iba mucho más allá. Atendiendo a lo que pensaban las personas más preparadas que yo, tal y como quedaba reflejado en la prensa deportiva seria (“si lo dice la televisión, será verdad”), uno tenía la idea de que el Atleti estaba presidido por un tipo simpático y hábil en el mundo del cine, pero dirigido por un tipo taciturno y enemigo de los medios que despojado de todo el histrionismo y la “mala prensa” de su progenitor mantenía la fama de ser un preparado y genial gestor. A él se debían los supuestos éxitos institucionales del Atlético, el gran avance en temas modernos como los ingresos “atípicos”, el “saneamiento” y la “recuperación” de un club que estuvo quemándose en el infierno. Quizás en lo deportivo no tuviese demasiada “suerte” pero en lo institucional llevaba al equipo de forma modélica y ejemplar. Mis desvelos eran obviamente una cuestión de entrenador y fortuna.

Esa era la verdad que estaba en mi cabeza y en la cabeza de una inmensa mayoría de colchoneros los años siguientes a esa comunión en el infierno que supuso los años en segunda. Esos años en los que el estadio se lleno de nuevos abonados y en los que sonreíamos orgullos cuando veíamos esos geniales comerciales que retrataban la “mítica” desgracia atlética con tanto “cariño” que incluso nos hacía sentirnos orgullosos de nuestra legendaria miseria. Mi optimismo entonces era insobornable y en mi fuero interior uno estaba convencido de que al año siguiente con una buena delantera (ya que ese año por ejemplo teníamos a Pablo y Perea, la mejor pareja de centrales según la prensa seria) todo sería diferente. El juego era lamentable, la sensación humillante y los resultados distaban mucho del lugar natural que por presupuesto (y no hablemos ya por historia) nos correspondía, pero aquello no parecía ser más que un problema puntual. Mientras el Sevilla, que poco antes peleaba con nosotros en el infierno, ganaba títulos nosotros chapoteábamos en mitad de tabla y necesitábamos “más tiempo” para adaptarnos a la primera. Aparentemente todo era normal. El espectáculo que daba mi equipo dentro y fuera del campo era bochornoso pero por alguna razón “nadie” se paraba a pensarlo. Mi única lectura era que todos iban en contra del Atleti y que no nos entendían así que esto de ser del Atleti seguía básicamente siendo para mí un suculento filete con algún que otro nervio.

“Tienes que comprender que la mayor parte de estas personas son todavía parte del sistema y que eso las convierte en nuestros enemigos. Tienes que comprender que la mayoría de la gente no está preparada para ser desconectada. Y muchos de ellos son tan inertes, tan desesperadamente dependientes del sistema, que lucharían para protegerlo”. (Morfeo a Neo)

Pero uno, que es de mente inquieta, notaba cosas raras. Veía ráfagas de cosas que no entendía y tenía determinadas pesadillas que parecían demasiado reales. Todavía no sabía lo que era pero en esos días decidí crear a mi Alter Ego, Ennio Sontanaz, para zambullirme en el universo de internet y poder compartir con mis correligionarios mis preocupaciones pero sobre todo el desastre deportivo que era mí equipo. Esa manía de jugar sólo con mediocentros paquetes, lo mal que estaba diseñada siempre la plantilla, la manía de traer entrenadores forjados exclusivamente en equipos condenados a achicar agua… Llegué incluso a crear un blog anónimo en el que dejar por escrito todo aquello el día en que Torres decidió tirar la toalla para regocijo de “todo” el mundo.

Pero la cosa no fue como pensaba. En la incontrolable inmensidad de internet me encontré con muchas opiniones distintas a las mías y con muchos menos palmeros de mi florida pluma de los que pensaba encontrar. De hecho, durante mucho tiempo me fajé en encendidas peleas epistolares contra algunos “talibanes” que me insultaban por hablar de fútbol y que parecían desear únicamente las desgracias de mi equipo para justificarse en esa manía persecutoria que les había entrado contra los Gil. Odiaba a toda esa gente. ¿Quiénes se creían? Al fin y al cabo hablábamos de un tipo, Jesús Gil, que más allá de sus excentricidades lo había dado todo por el Atleti. De hecho muchos estábamos convencidos de que todas las desgracias que nos pasaban eran nada más que el cruel pago que el señor Gil había recibido por osar meterse en política desafiando al poder establecido. Uno lógicamente no podía defender a un ser tan dictador como el tal Jesús Gil pero tampoco se fiaba de esa suerte de abducidos sectarios que no sabía de dónde venían y que culpaban de todo al apellido de tres letras. Herido en el orgullo y empeñado en demostrar mi realidad tirando por tierra la suya me zambullí en toda aquella red de links, sentencias, artículos perdidos en el ciberespacio, Gaudeamus, foros, webs y anónimos nombres de personas que parecían no existir y que desde el otro lado se me ofrecía como anzuelo en el que picar.

Hasta que un día, sin darme cuenta, noté que estaba desconectado.

“Si tomas la pastilla azul fin de la historia. Despertarás en tu cama y creerás lo que quieras creerte. Si tomas la roja, te quedas en el País de las Maravillas y yo te enseñaré hasta dónde llega la madriguera de conejos. Recuerda, lo único que te ofrezco es la verdad. Nada más”. (Morfeo)

Y me topé con la realidad. Nada más. Me di cuenta de cómo esos señores se habían hecho con el club (sin poner un duro), de cómo así lo estipulaba un tribunal legal, entendí por fin el caso “negritos”, la publicidad de Marbella en las camisetas, el tema de las comisiones y me di cuenta de por qué el club tenía que pagar todos los años millones de euros a otra supuesta empresa (con los mismos supuestos dueños) por jugar en el Vicente Calderón. Entendía porque los periodistas actuaban como actúan, los anuncios de prensa, los ejercicios de onanismo periodístico disfrazados de entrevistas estratégicas a nuestros dirigentes, el mundo de las comisiones y el por qué del comportamiento de determinadas peñas.

Me di cuenta de todo eso pero “desgraciadamente” también vi Matrix desde fuera y se me cayó el alma a los pies. Allí el filete no sabe a filete sino a continua y amarga decepción. Allí estás sólo o prácticamente sólo. Hace frío, se come mal, te insultan, el dolor duele, la humillación humilla y además reina la anarquía. Es difícil agarrarse a ninguna solución porque resulta que la única solución es lo que pueda hacer uno mismo sumando voluntades. Frustrante. Un grupo de voluntariosos desconectados viviendo en taparrabos que peleando con arcos y flechas, sin medios ni recursos y tratando de zafarse de los preparadísimos agentes de negro que se lanzan desde Matrix, intentan salvar a un mundo que probablemente ni siquiera quiere ser salvado. Nuestro particular Zion es todavía incluso más desesperante y desalentador que el de la película al carecer de Morfeos, de oráculos y lo que es peor: de El Elegido. No tenemos El Elegido que todo el mundo demanda. No está. Somos sólo nosotros.

Si sales de Matrix lo que tendrás es esto. Se come mal, el que se tiene que mover eres tú, te insultarán en la grada, te sentirás incomprendido en la calle, te despreciarán los medios y te sentirás incapaz de convencer a los que viven con las reglas que se marca desde el monstruo. Es decir, no podrás convencerles por ejemplo de que esa cantinela de “pon tú la pasta” es también parte de matrix. Te costará hablar de fútbol con aficionados de otros equipos y te sentirás estúpido comprobando como la mayoría de los que te rodean se limitan a repetir como papagayos lo que sale por la prensa pero también te sentirás limpio y no hará falta que te expliquen el sentido de tu lucha porque la entenderás enseguida. Dormirás bien antes y después del fin del mundo y por alguna razón cuando vivas en Zion no te querrás ir o al menos te quedará meridianamente claro que por nada del mundo, jamás volverás a Matrix.

Si estás leyendo esto es que ya estás fuera o que estás dudando entra la pastilla azul o la roja. Si este es el caso y elijes la roja recuerda que lo único que te pueden prometer aquí fuera es la verdad. Nada más.

Talento Vs. Ridículo (FC Barcelona 3 - At. Madrid 0)




Una reina sueca llamada Cristina II dijo una vez que el secreto de poner en ridículo a las personas consiste en conceder talento a personas que carecen del mismo. El Atlético de Madrid aparte de mezquino en su facción deportiva es una broma pesada que constantemente se pone en ridículo y lo hace precisamente por lo que vaticino Cristina II hace siglos. Aceptar que Cerezo tiene talento para ser presidente del Atlético de Madrid, que García Pitarch lo tiene para algo que tenga que ver con el fútbol o que Quique (y quien dice Quique dice Zambrano, Marcos, Manzano, Ferrando, Bianchi, Aguirre o Abel) tiene talento para entrenar un equipo con jugadores que no son exclusivamente de corte aguerrido y que debe salir a ganar en el 95% de los campos del mundo, es dar el primer paso para poner en ridículo la institución que lamentablemente representan. Verán que he mantenido al margen al máximo responsable e ideólogo de este galimatías, el estudiante de veterinaria fracasado llamado MA Gil. Lo he dejado aparte porque no tengo todavía claro si este tipo es el ser más inútil sobre la faz de la tierra o alguien con un talento infinito para hacer el mal.

Ser aficionado al Atlético de Madrid hoy en día es como ser aficionado del bate de béisbol en un partido de béisbol o ser aficionado de los guantes de un combate de boxeo. Absurdo, pero es así. El Atleti en el campo es un elemento pasivo, de atrezzo de destrucción y cuya trayectoria en el partido siempre es a merced del contrario. Si lo es contra el Aris, contra el Hércules o contra el Escalerillas imagínense ustedes contra el mejor equipo del fútbol.

El partido comenzó como siempre, con el Atleti achicando agua por detrás del balón, pero delante teniendo un equipo magnífico que toda su grandeza está construida en torno al balón, algo que parece lógico jugando a un deporté que se llama balompié pero que no traten de explicárselo a estrategas de garrafón tipo Quique. El Atleti parecía ordenado en su miserable miseria y su valiente apuesta pasaba exclusivamente porque los catalanes no marcaran un sólo gol pero viendo lo que venía a nuestros ojos, que era básicamente un abrumador monólogo blaugrana, la única duda que el planeta tierra tenía (Quique incluido) era conocer el minuto en el que el Barça abriría el marcador. El minuto fue el 16 y llegó de esa maravilla de jugador llamada Messi. Una de sus típicas diagonales desde la derecha, tres defensas colchoneros que se tocan entre si y el disparo del argentino que va al fondo. A partir de entonces el Atleti tuvo un papel tan importante en el campo como el banderín de córner.

Sinceramente, a partir de ese punto mi único temor es que la goleada no fuese de récord. Hubo un tiempo en que creía en las remontadas del Atleti pero en ese tiempo mi equipo jugaba al fútbol. Hoy no. Desde que volvimos a primera división somos una banda de jugadores que vive de espaldas a la creación, de espaldas al balón, que suele pensar con demasiada frecuencia que un empate es un gran resultado y que SIEMPRE depende del rival. El rival de hoy era precisamente todo lo contrario así que el roto estaba hecho. El partido siguió igual, con un Barça espectacular y un Atleti inexistente, sucediéndose las llegadas del Barça con peligro. El segundo gol podría haber llegado de cualquier forma (es lo que tiene jugar todo el tiempo en la frontal de tu área) pero llegó de nuevo por parte de Messi con algo de fortuna tras un despeje a la desesperada de Antonio López.

La primera parte acabó sin más goles pero fue algo fortuito. El Barça bajó el ritmo y empezó a usar el tran-tran pero aun así le basta y le sobra para destrozar al Atleti. Especialmente cuando enfrente tiene un equipo entrenado para defender y dar pelotazos. Un equipo diseñado con el orificio rectal y entrenado desde el engreimiento y la la falta de talento. Con los dos fichajes invernales en el banquillo (junto al mejor jugador del pasado mundial) pero dos laterales izquierdos en el campo (también estaba Valera pero no sé que adjetivo ponerle) el Atleti era la misma broma de los últimos años amplificada por la insolente negligencia de un entrenador que hace demasiados meses que ha perdido el norte (si es que alguna vez lo tuvo). Llegando al descanso el colegiado anuló un gol a los madrileños tras sacar una falta sin pedir barrera pero me temo que cuando el árbitro saca tarjeta (se la sacó a Alves por entrada criminal a Agüero) puede exigir que no se inicie el juego hasta que el lo permita.


El inicio de la segunda parte fue esperanzador para los colchoneros que consiguieron dar una buena imagen simplemente con otro delantero más, presionando la salida del balón del Barça (ganar a este equipo sin quitarle el balón es estúpido pero Quique tiene cosas más importantes en que pensar), tratando de hacer algo con esa cosa redonda que todos (menos Quique) siguen con la mirada y sobre todo con la consigna colectiva de intentar, por vergüenza, hacer algo, pero no se consiguió concretar. Especialmente con un remate de Filipe Luis tras buena jugada del Kun y Forlán (el uruguayo estuvo bastante mejor que lo que nos tiene acostumbrados últimamente) que saca Piqué de cabeza en la línea de gol. Aquello podía haber cambiado el partido pero no fue así y el buen arranque colchonero se fue congelando poco a poco según pasaban los minutos. A falta de diez, Messi completaba su particular Hat-Trick tras un rechace que Godín no logra sacar de la línea de gol.

Es lo que hay, No merece la pena ningún análisis. El sol sale todas las mañanas este Atleti (con estos dueños, con esta dirección deportiva y con este tipo de entrenador) saldrá normalmente goleado del Nou Camp. Hay cosas tan evidentes que es absurdo comentarlas.

I want to believe



Estamos a miércoles y no ha pasado nada. Bueno si, la charlotada de la renovación del Kun y la repugnante peregrinación por los estudios radiofónicos del régimen. Hemos llegado a un punto en el que todo apesta. Todo. Dan ganas de cortar el cordón umbilical para siempre (y espérate tú).

Lo del Kun es lamentable. Tiene toda la pinta de que está vendido pero, llamarme ingenuo, me cuesta creer que el destino sea el Real Madrid (aunque sinceramente, a estas alturas ya me la suda). Es una de las pocas cosas que todavía podría encender a una masa social resignada y eso siempre asusta. O lo mismo ni así es capaz de despertar.

En el plano deportivo van a ser cuatro meses de pesadilla constante que lo mismo nos hace coquetear con posiciones nada tranquilas. En lo periodístico van a ser cuatro meses soportando todos los días los rumores sobre ventas de Agüero, De Gea y hasta de las flores del córner del fondo sur (ósea, como siempre pero sin el parapeto de lo que pueda hacer de vez en cuando el equipo en el campo que ya es inútil). En el micromundo de internet seguiremos dándonos de ostias por encontrar una definición exacta para “aficionado colchonero”, porque el color de las bufandas de protesta debería ser “amarillo huevo” en lugar de “amarillo oro”, porque como no somos muchos yo no me muevo o porque es más fácil criticar a alguien que escribe en internet a la una de la mañana, que es cuando tiene un ratito, que hacerlo contra un delincuente, así reconocido por la justicia, que lleva 24 años viviendo del cuento.

Eso sí, los esperanzadores cantos de sirena de la atalaya minoritaria de Punto Radio, esos que se repiten cíclicamente y que sólo sirven para que algunos ingenuos salivemos un ratito y luego tengamos que tragarnos otra vez las babas, de nuevo se esfuman en el éter como si nunca hubiesen pasado. ¿Quién está pidiendo aumentar la presión? ¿Quién? Mala pinta tiene una solución que no quiere dar la cara hasta que huela a cadáver. Lo mismo para entonces el cadáver soy yo.

Necesito creer en algo de forma urgente. No lo soporto más.