Muchas gracias a todos los que os habéis pasado por aquí durante todos estos años.

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¡Un abrazo!

La liga de las estrellas



Aunque el fin de semana pasado fuese bastante excepcional para un servidor por muchas circunstancias, la única que ahora mismo viene al caso fue la de que por primera vez desde hacía años no sólo no asistía al Calderón a ver un partido del Atleti ni lo veía por televisión o lo escuchaba por al radio sino que en un acontecimiento histórico del que ni mucho menos me vanaglorio el sábado me fui a la cama sin saber como había quedado mi equipo y lo que es peor, dándome igual. Hace años que me repugna ver en manos de quién está esta, para mí, sagrada institución y hace años que me repugna también las directrices por la que se mueve la mal llamada dirección deportiva (no en vano es el mismo perro con distinto collar) pero independientemente de ello y como aficionado al fútbol hace meses que además es imposible digerir este engendro que el poder sigue llamando con superlativa estupidez “la liga de las estrellas”.

Repugna todo lo que huele a liga española pero lejos de escuchar una solo átomo de autocrítica, de plantearse la situación, de alertar del peligro de la muerte repentina de “éxito” de la gallina de los huevos de oro el dichoso cuarto poder, apelando a su españolismo, lo que hace es mirarse el ombligo en una bochornosa huida hacia adelante que no dejará culpables sino víctimas. Mientras que la liga española es una mentira aburrida, injusta y falta de interés para cualquiera que no sea seguidor de Madrid o Barça (lean la prensa extranjera o el artículo de John Carling en El País del pasado domingo y verán de lo que hablo) los periodistas de cámara se recrean en la dualidad en el poder, dos caras de la misma falsa moneda. El resto de dirigentes peleles, el resto de equipos atrezzo, a lo único que se dedican mientras tanto es a guardar con celo y fidelidad el minifundio que heredaron mientras se tiran de los pelos entre ellos por ver quien es el elegido para cenar con cubiertos y recoger los pellejos de altramuz que tiran con desprecio la Cossa Nostra florentiniana y el lobby catalán. Nuestros giles y cerezos encima se vanaglorian de ser los únicos a los que se les deja mojar pan en la comida que han dejado los amos.

Decía Montesquieu que para que no se pueda abusar de poder, el poder debe ganar al poder y me temo que ahí está la solución. No va a estar en unos aficionados descontentos que abandonen el barco porque estos serán sustituidos por nuevas generaciones fabricadas ex profeso para la causa, por musulmanes de la península arábiga o asiáticos de ojos rasgados, ávidos de tríceps herculeos y jugadas de fantasía galáctica. ¿A quién le preocupa el romanticismo que antes había en acudir a un estadio? Eso ya no da dinero. ¿A quién le importa la tradición o los sentimientos?

La solución no va a estar tampoco en los que ponen el dinero y que eufemísticamente se nombra como “las televisiones” porque ellos son precisamente los que corrompen las reglas de juego. Son el problema, no la solución. “Las televisiones” son en realidad los grandes grupos empresariales de comunicación en los que también están las radios y los periódicos que “analizan” el mismo circo. Son juez y parte. Los jefes de fofitos como Manolete o Roncero o pandilleros sobrexcitados, sin modales ni talento, como Siro López, Miguel Serrano o el propio Inda, son los que se juegan el dinero con esta ruleta así que no entienden ni quieren entender de verdad, ni justicia, ni futuro ni por supuesto periodismo. Entienden de dinero y no pueden permitir que la verdad sea un problema para ganarlo. El fútbol es hoy una ruleta en la que ellos deciden quien y cuando se juega, en la que ellos mueven la ruleta, tiran la bolita, la paran dónde quieren y controlan a los policía que tendrían que denunciar la injusticia “invitándoles” a que digan que pasa todo lo contrario.

La solución sólo puede venir de los propios protagonista, de los actores, de la liga. Aun malos y de reparto la liga necesita 20 equipos para que sea liga. Los cantos de sirena del capitalismo recalcitrante que ha fagocitado el fútbol hablan de una superliga al modo de la NBA pero me río de la idea peregrina si tiene que venir de la mano de los “grandes” empresarios españoles forjados en la trampa, aupados por los métodos mafiosos y crecidos en la cultura del pelotazo, esa que como los Sex Pistols reza el “no hay futuro” y asume que todo lo que no sean beneficios multimillonarios aquí y ahora, sin riesgo y sin inversión de futuro, no interesa. La NBA, una de las competiciones deportivas que más dinero mueve y más profesionalizadas del mundo, es un monstruo complejo y sólido que basa su razón de ser en el espectáculo, entendiendo que el espectáculo en una liga de cientos de partidos sólo aparece cuando la competición es equilibrada. Por ello tiene dos medidas tremendamente interesantes que podrían cambiar cualquier escenario. La primera es el “Salary Cap”, el valor límite que los equipos pueden gastar para contratar jugadores y que es un número regulado por la competición que vale para todos los equipos por igual y que se revisa anualmente mediante una fórmula objetiva que incluye los ingresos obtenidos por los equipos y los salarios de los jugadores. Entre otras cosas se evita que los equipos potentes puedan desestabilizar la competición a base de talonario, que todos tengan que apostar por dos o tres jugadores “franquicia” como máximo y que no se puedan hacer grandes dispendios que luego no se pueden afrontar. La segunda es el “Draft”. La única forma de que un jugador nuevo entre en la competición es apuntándose a una selección (Draft) en la que los equipos de la liga eligen jugadores por turnos. Los primeros que eligen son los que peores resultados han obtenido la temporada anterior.

¿Alguien se imagina al Colectivo Florentino aceptando estás reglas del juego? Me temo que en el camino se perdería lo que es la pura esencia del madridismo: jugar con las cartas marcadas. Y quien dice Madrid dice su antipartícula, el Barça. ¿Alguien se imagina también a empresarios de la catadura de los Gil & CIA aceptando unos métodos de contabilidad trasparentes, auditables y justos?

Resultadista (At. Madrid 2 - Español 3)




Por circunstancias personales (buenas) ayer no vi el partido. Ni lo vi, ni lo escuché, ni todavía he leído una sola crónica. Sólo sé el resultado 2-3. Tengo la sensación de que no necesito mucho más. Volvemos a perder contra uno que está por encima.

Alguien me dijo el otro día que el “fútbol” de Quique Sánchez Flores es fundamentalmente resultadista. Decía esto como forma de licitar el “particular”juego de nuestro Atleti. Según eso, ¿debería necesitar saber únicamente el resultado para escribir la crónica? Como es obvio no estoy de acuerdo con nada de eso así que lógicamente seré honesto y no escribiré ninguna crónica ni comentaré el juego ni las sensaciones ni el estado de ánimo del personal. No creo que me resultase difícil hacer algo creíble pero no veo la necesidad.

Eso si, miro a la tabla, pienso en la liga, me acuerdo del fútbol dominical...y me entra la depresión. En tiempos de adolescencia hormonada distinguíamos entre guapas antipáticas y feas simpáticas. Este año (otra vez) nos hemos quedado con la fea y antipática.

Debe ser que somos resultadistas.

Siempre el mismo dado (R. Sociedad 2 - At. Madrid 4)




La estadística es esa ciencia que dice que si tiras un dado cincuenta veces y las cincuenta sale el número 1 lo que ocurre es que el dado o está mal o está trucado. Lamentablemente el actual estratega que ocupa el banquillo del atleti, al igual que la inmensa mayoría de estrategas que se han sentado en ese banquillo desde que volvimos a primera división, está por encima de la la estadística, de la física, de la lógica y de cualquier ciencia. Está por encima incluso de la metafísica y ninguno de nosotros, oh pobres mortales, somos capaces de entender la tremenda complejidad que acompaña al fútbol. henchido de ese material de que debe estar hecha la soberbia nuestro particular director decide sistemáticamente tirar el dado cada vez que jugamos fuera, el mismo dado, a pesar de que siempre el resultado es el mismo. El Atlético de Madrid ha ganado esta noche en Anoeta porque en algún momento durante el descanso del encuentro alguien con criterio ha decidido que puesto que siempre perdemos saliendo al campo a especular y hacer lo que los estrategas quieren y teniendo en cuenta que estábamos perdiendo, que los puestos altos de la tabla están ya en otra galaxia, que incluso nos alejábamos de pelear por la liga de los mediocres y que estaba todo perdido, lo mismo no era mala idea salir a ganar el partido. Paradojas de la vida, se ganó. Decía La Rochefoucauld que el medio más fácil para ser engañado es creerse más listo que los demás. Yo me lo creo.

La crónica de la primera parte del encuentro es tan inútil como conocida. Tan patética como común, tan triste como aceptada. El Atleti de Quique volvió a salir por esos campos de Dios con la camiseta del miedo, de la mediocridad, de la especulación, del anti-fútbol, de la ruindad, del patetismo, del pánico, del terror al balón, del síndrome de inferioridad, de la asunción de un papel de atrezzo en esta liga, de la miseria y de la cobardía. Lo de siempre, vamos. Gracias a su mediático entrenador este equipo sale con esa vergonzosa camiseta siempre que juega fuera del Calderón (y a veces dentro) sin que a día de hoy servidor sea capaz de entender cual es el objetivo de tan ilustrado pensador. Incapaz de creerme que este señor pretende ganar planteando el partido de esa manera, uno tiende a pensar que nuestro entrenador pretende marcar el objetivo siempre en un miserable empate, lo cual es incluso más miserable. La primera parte, como muchos de los partidos que llevamos soportando esta esta temporada, no merece más que el desprecio más absoluto. Un insulto asqueroso a una afición que se muere, entre otras cosas de sopor. El gol de la Real llego en apenas diez minutos tras fallo del lateral (Perea) y mala suerte de Ufjalusi que se lo mete dentro. Podía haber sido de cualquier otra forma. Hubiese sido de hecho de cualquier otra forma de no haberse marcado. Hasta los numerosos fallos en defensa del equipo son una anécdota ante semejante panorama. También considero una anécdota los ataques de entrenador de nuestro mister de piel cobriza. No entiendo la chorrada de sentar a Domínguez poniendo a Perea, no entiendo la estupidez de castigar a un Asunçao que no estaba flojeando sino todo lo contrario, me asusta la no convocatoria de Fran Mérida (aunque el muchacho se lo merece porque no ha hecho nada de nada), pero todas estas cosas no justifican más que la necesidad del entrenador de ser más listo que nadie. El problema va más allá. Sinceramente no creo que afecten en la forma de jugar porque directamente no jugamos a nada. Con esa premisa da igual a quien pones. Con la pájara post-gol en contra, también conocida y también un clásico en nuestras pantallas, se correteo por el campo arrastrando el escudo y rezando porque los donostiarras no mataran el partido, que pudieron hacerlo.

Pero en el banquillo se produjo la catarsis. No sé por qué pero bendita catarsis. El Atleti salió a ganar, se quedó con el balón y los jugadores que tocaban el balón mayormente eran Tiago, Simao, Reyes, Agüero y Forlán. a diferencia de los que lo hacían en la primera parte, que son los que lo hacen normalmente con esta versión del equipo: Perea, Ufjalusi, Asunçao, cualquiera de los Cléber Camachos... El “nuevo” Atleti sin embargo era el dueño absoluto del partido mientras una Real muy floja y mostrando su verdadera cara, ni la tocaba. Salieron un par de veces en contrataque pero perfectamente abortado. El Atleti no llegaba con claridad pero llegaba, controlaba el juego y sobre todo la actitud era la de ir a por el partido. El empate llegó en torno a los 25 minutos cuando una clarísima mano de Tiago en el área no es pitada y el contrataque de libro es bien llevado por los colchonero dejando el balón a Agüero que deja la pelota al uruguayo Forlán para que marque a la media vuelta. Los donostiarras se quitaron la presión y trataron de disputarle el balón al Atleti pero los madrileños tenían otros planes y siguieron jugando de la misma forma. Así un pase lateral desde la derecha de Ujalusi en otro contrataque (eso si es jugar al contraque) hace que Agüero marque el segundo en claro fuera de juego. Los dos errores del árbitro han sido garrafales y nos han favorecido claramente. Sinceramente creo que el Atleti ha merecido ganar hoy pero también creo que el Atleti mereció perder en Villarreal (a pesar del árbitro). A veces escudarse en el árbitro, aun teniendo razón, es evadirse de la realidad.

Con el partido remontado (por primera vez en la temporada) la Real se fue definitivamente a la desesperada pero los de Quique volvieron a no perdonar en otro contrataque y Agüero marca el tercero en un rechace en el área.

Pero como el Atleti es así, cuando el partido estaba ganado y lo único que hacía falta era guardar un poco el balón y dejar correr el tiempo, decidió echarse para atrás y hacer el peregrino en la frontal del área. En una de esas jaimitadas Simao decide salir de su propia área con el balón controlado entre siete rivales y claro, la pierde. El error supone el 2-3 y la agonía de los minutos finales. Agonía que no fue tal puesto que entre achique y achique Reyes se mete en el área contraria haciendo eslalon y es derribado. Simao coloca el definitivo 2-4 (¿por qué no tiro Forlán?)

Buena segunda parte del Atleti (lamentable comienzo) que desgraciadamente no servirá para nada puesto que quien manda, como todos sabemos, el próximo partido fuera volverá a tirar el mismo dado y como todos sabemos... volverá a salir el mismo número.

El nuevo traje del emperador



Guido y Luiggi Farabutto eran básicamente dos tramposos muy inteligente, pero eso es algo que el Emperador no sabía. El Emperador era déspota, poderoso y lo tenía todo pero quería todavía más así que no podía soportar la tentación de ser el dueño de eso que aquel par de supuestos sastres estaba vendiendo.

Al parecer la pareja tenía una tela cómoda y sofisticada que no sólo tenía un tacto tan suave que daba la sensación de no tener nada encima sino que, siempre según los creadores, era invisible para los necios, los bobos y los que no tuviesen la capacidad mental y preparación suficientes como para verlo. Los modistos aceptaron el encargo del nuevo traje para el Emperador y lo hicieron. El monarca, al verse sin nada encima (porque todo era una burda mentira), dudó un instante de si estaba siendo víctima de una tomadura de pelo o no pero su soberbia era mayor que cualquier cosa y no podía permitir generar la duda de que fuese necio o tonto o incapaz así que creyó ver la tela. Igual que sus súbditos, igual que sus palmeros, igual que toda la corte. Salió de esa guisa por la calle y toda la gente, incapaz de llevar la contraria al Emperador, vitorearon su figura celebrando la magnificencia del nuevo traje…

La liga española siempre ha tenido los mismos emperadores pero desde hace años también tiene un nuevo traje igualmente pergeñado por inteligentes sastres que al igual que los Farabutto básicamente son tipos inteligentes. También tramposos. “La liga de las Estrellas”, reza la publicidad del traje. “La mejor liga del mundo”.

Algún necio podría pensar que la mejor liga del mundo es aquella que se supone más disputada, o más bonita de ver o más emocionante por estar equilibrada,… pero resulta que no es así. Ya no es ni siquiera una liga sino una serie de partidos preparatorios de los dos que juegan para las dos grandes finales. Un escaparate publicitario para dos animales y las sobras que recojan sus liendres. Así será también en el futuro mientras los dos elegidos, los autoerigidos representantes de las dos Españas, reciban 100 millones de euros más (el 350%) que el siguiente en la lista, ocurra lo que ocurra en ella. No lo puede ser mientras el Real Madrid, eliminado en octavos de la Champions League, gane 200 millones de Euros más (más de 400 en total) que el Inter de Milán, campeón de dicha competición. Algún necio podría tener la sensación de que las supuestas estrellas o no están o tienden peligrosamente a estar todas en el mismo sitio. Es como si Bill Gates se monta una casa en mitad de Kinshasa y decimos que las rentas más altas del mundo están en la República Democrática del Congo. Aun así, los necios que no quieren serlo están convencidos no sólo de ver la Liga de las Estrellas sino de incluso pertenecer a ella. Sin sospechar que la supuesta Liga es exclusivamente el trampolín trucado desde el que los dos elegidos se lanzan al mundo, los necios que pretenden no serlo se apuntan así al carro de la excelencia pagando religiosamente a las televisiones y plataformas filantrópicas que mueven esta competición tan sana y divertida.

Algún tonto podría pensar que si Mourinho dice que un entrenador rival se ha dejado ganar está rompiendo el código ético entre profesionales e insultando a un colega pero resulta que no es así. Hay que saber ver el traje. El que incita a la violencia es el que se defiende de la afrenta y merece la horca por ello. De la misma forma Pepe no es un psicópata vestido de jugador de fútbol sino un “excelente” jugador, fogoso y entregado al que le provocan. Figo no lesionó a nadie sino que el jugador lesionado lo hizo en un lance fortuito del juego. El Real Madrid no fichó a Zidane o Ronaldo o Beckham o Cristiano desestabilizando a sus equipos de origen sino que los jugadores siempre quieren jugar en los grandes. Makelele es sin embargo un repugnante esquirol. Sólo un tonto incapaz de ver el traje puede pensar que aplaudir las macarradas, desprecios y marrullerías de esa suerte de El Vaquilla engreído que arrastra su estupidez por los campos vestido con el 9 del Real Madrid es nocivo para la educación de los miles de niños que siguen el fútbol porque en realidad es todo lo contrario. Es un ejemplo moderno de ganador.

Algún incapacitado como yo, que además es aficionado al Atleti, podría pensar que salir al Bernabéu cagado de miedo, dando pelotazos al balón, nerviosos, encerrados en su área e incapaz de jugar al fútbol hasta ir 2-0 en el marcador y con el rival pisando el freno es vergonzoso e indigno del escudo que representan pero resulta que, como ya me han dicho, no estoy capacitado para entender nada. No desde luego para ver el traje. La realidad, como rezaba el editorial matutino del Ministerio de la Verdad al día siguiente aplaudido por los que vitorean al Emperador, es que el Atleti sale reforzado de perder. Debemos ser el equipo más “reforzado” de la liga entonces. Debe ser que no caer goleado es un éxito y que perder contra todos los que están arriba es simplemente una anécdota. Más de una década planificando deportivamente con el orificio rectal y sin ser capaces de traer un solo centrocampista digno es simplemente mala suerte o cosas de la vida o lo que es peor… una ilusión óptica porque en realidad si que se han traído al parecer grandes centrocampistas. La buena prensa (buenísima, en realidad) de jugadores como Asenjo o Raúl García, que demuestran domingo tras domingo en el campo el valor de su fichaje y de su ficha, no tiene nada que ver con que sus representantes engrosen la nómina de periodistas y analistas especializados (a uno y otro lado de la competencia). ¿Cómo podría estar relacionado? Pensar que si Madrid y Barça, con el primer y segundo presupuesto más grande, siempre están primero y segundo (y se les exige que así sea), el Atleti debería por la misma regla de tres ser siempre tercero o cuarto pero resulta que ni ocurre ni se le exige. La inmensa multitud que disfruta con la visión del traje del Emperador, entiende el esfuerzo y tiene una capacidad prodigiosa para chapotear en el optimismo y aceptar la “realidad”.

La historia que Andersen pergeñó en 1837 acaba con la inocente voz de un niño que desprovisto de la estupidez, necedaz y prejuicios de sus mayores acaba gritando con honestidad brutal “pero si va desnudo”. Me temo que ya no quedan niños. O quizás es que el sonido de la multitud es tan atronador que el grito solitario de un niño ya no se puede escuchar.

Tranquilidad en los Suburbs (At. Madrid 3 - Osasuna 0)




“Estar alerta, he ahí la vida; yacer en la tranquilidad, he ahí la muerte” (Oscar Wilde)

El Atleti parece que definitivamente se ha ido a vivir a algún Suburb de alguna ciudad del medio oeste americano. Lo lleva intentando toda una década. Esas urbanizaciones inmensas, anónimas, frías y en tierra de nadie dónde nunca pasa nada. Esas urbanizaciones donde la emoción es inexistente, la tranquilidad se confunde con el sopor, donde todo el mundo es igual, vive gente que no destaca en nada, la inteligencia en un engorro y el talento inútil. Alejado en puntos de la cabeza de forma considerable y alejado en juego no ya de la cabeza de la liga sino de este deporte llamado fútbol la labor que le queda a este Atlético de Madrid en la competición regular es trabajar de 8 a cinco, cortar el césped, saludar a los vecinos y sacar de vez en cuando al perro. Cualquier cosa que se salga de eso serán desgracias que se pagarán caras en una vecindad tan conservadora que no acepta excentricidades. Existe mucha gente que entiende la vida en los Suburbs como la máxima aspiración posible. Detestan el arte, reniegan de la sorpresa, no soportan el riesgo y son demasiado cobardes como para atreverse a intentar triunfar. Entre esta gente está la cúpula dirigente del club, su dirección técnica, su dirección deportiva, sus jugadores y al parecer una gran parte de la afición. Es evidente que estoy en minoría.

Y así me sentía cuando al comenzar el encuentro veía como el Calderón se llenaba poco a poco a pesar de lo poco atractivo del partido y como el grueso de la grada se mostraba animada y animosa ante el reto por delante. Mientras yo bostezaba con profusión violencia durante los primeros veinte minutos de partido acordándome de que hemos perdido con Madrid, Barça, Villarreal y Sevilla a mi alrededor se notaba alegría y jolgorio. Empiezo a creerme el protagonista del Show de Truman.

Cada vez me aburre más escribir del Atleti pero es que cada vez el Atleti es más aburrido. El partido de hoy podría haber sido cualquier partido de los últimos años con los giles a la cabeza del carro y algún valiente entrenador amante del juego, de entre los muchos que hemos tenido, a los mandos de las riendas. Distingamos tres tramos por intentar analizar algo intrascendente que además se analiza sólo.

El primer tramo va desde el comienzo hasta el primer gol del partido. El Atleti sale como otras muchas veces en su campo que es a ganar el partido pero sin saber como hacerlo. El contrario ha visto los vídeos de los madrileños en los últimos diez años y saben de la eterna alergia de ese equipo al balón, a la creación de juego y a dominar así que deciden adelantar líneas para presionar la salida con lo que desactivan la trabajadísima forma de jugar al fútbol que tienen los colchoneros. Ante la ausencia absoluta de esquemas ofensivos que pasen por la creación el Atleti tiene únicamente tres opciones a la hora de sacar el balón: pelotazo de De Gea (la mejor opción), pelotazo de los centrales o perder la pelota. Así pasó todo el tiempo. El Atleti sin poder dominar el partido ni el centro del campo pero el Osasuna, que era capaz solamente de parar al contrario, tampoco. Los de Camacho se presentaron dinámicos y valientes pero con muchas carencias técnicas en la parte de arriba. Todo lo contrario que su rival que como siempre salvó los papeles gracias a ello. Las opciones de sacar el balón ya están vistas pero gracias a Dios el fútbol es un juego más complicado que eso y a veces, casi sin querer, el balón puede llegar de alguna manera al último tercio del campo que es donde este equipo se parece a un equipo. Ahí aparece los retazos de lo que debería ser el Atleti y ahí es dónde ganamos el partido. Forlán estuvo más dinámico y participativo que últimamente, el kun es el kun, Reyes es hoy por hoy uno de nuestros jugadores más en forma y sólo Simao ha desentonado otra vez en la terna. El de Utrera ya había avisado con varios cambios de ritmo y pases entre líneas, el kun también pero al final fue el uruguayo Forlán quien abrió el marcador tras buena jugada del Kun, tiro que se le escapa a Ricardo (cantada) y rechace que aprovecha el Charrúa.

El segundo tramo va desde el primer gol hasta la expulsión de Monreal. Con un gol por delante, el Atleti ya sabemos que relaja la tensión, se repliega sin complejos y deja que le ataquen. Cuando enfrente tiene un equipo como el Osasuna, espeso también en la creación y poco inspirado, es capaz de vivir con tranquilidad y hoy lo ha hecho. Aun así, porque además siempre pasa lo mismo, gracias a la “relajación” colchonera el rival tuvo sus ocasiones y sólo un inspiradísimo De Gea (otra vez) salvó a los madrileños de volver a rememorar el sabor a hiel de sentirse remontado. En lugar de ello ocurrió otro arranque de talento de los de siempre con un gran pase a Forlán que el uruguayo no consigue controlar bien pero cuyo fallo es capaz de transformar en acierto al colocar un perfecto balón cruzado a la cabeza del Kun que llegaba por detrás para poner el 2-0 en el marcador. Golazo de la pareja magnífica. El partido parecía ya muerto para entonces y ese era el comentario más extendido durante el descanso pero tuvimos que esperar unos minutos más para constatarlo. Ocurrió con una segunda amarilla a Monreal que lo ponía en la calle y que personalmente me pareció muy rigurosa.

El tercer tramo llega ya hasta el final del partido y es el menos interesante. El Osasuna con 10 y derrotado anímicamente frente a un Atleti tranquilo y cómodo no parecía un escenario propicio para las emociones y las sorpresas. No lo fue. Aun así llegó un soberbio gol de Forlán (el segundo en su cuenta particular) cogiendo el balón en la esquina del área, buscando el hueco entre rivales y rompiendo el balón con violencia directo a la portería. Digno del mejor Forlán.

Destacable el invento de Mario Suarez por Asunçao (el canterano completo un partido bastante digno) aunque me gustaría verlo en partidos de mayor exigencia. Incomprensible la ausencia de Domínguez pero este tipo de frivolidades ya son marca de la casa.

Mientras escribo esto estoy viendo de reojo el Barça-Villarreal y sinceramente parece que ellos juegan a otro deporte. Afortunadamente ya queda menos para que acabe la liga.

Mercados emergentes (At. Madrid 1 - U. Las Palmas 1)



No vi el partido. Debe ser la primera vez en muchos años que no veo un partido del Atleti que hubiese podido ver. Ni los cinco goles de la ida, ni el frío, ni la hora hubiesen sido causas que hicieran echarme para atrás de ir al Calderón en otras circunstancias. Ayer tampoco. Lo que me echó para atrás fue el equipo que hoy por hoy tiene a bien jugar en ese estadio. Ese sucedáneo recalentado del equipo de mis amores. Esa copia de cartón-piedra que se pasea pero los campos europeos. Me aburre tanto este Atlético de Madrid, me siento tan poco identificado con su forma de encarar la vida, me da tanta vergüenza la versión oficial que transmite al mundo que ya no me supone una alegría pasar dos horas viéndoles dar patadas a un balón. Tampoco me supone una desgracia el no hacerlo.

Reconozco no obstante que hubiese visto el partido de haber sido televisado pero resulta que este club “en crecimiento” que dicen firma acuerdos con equipos del lejano oriente que sinceramente dudo que existan y que al parecer está “abriendo cuota de mercado” en mercados emergentes (¡ja!) no genera la expectación suficiente como para que nadie televise este partido. A los “mercados emergentes” no creo que les preocupe mucho el resultado de la ida porque ellos lo que buscan es “espectáculo” aunque lógicamente si eso es lo que buscan es normal que nadie sea tan descerebrado de pensar este Atleti lo da. Por circunstancias de la vida estuve unos meses viviendo en el medio oriente y allí pude ver como los árabes se juntaban en las teterías para ver sus partidos de Madrid y Barça porque se declaraban públicamente seguidores de uno u otro equipo (y de ninguno más porque el resto les interesaba tan poco que ni se paraban a leer el nombre del equipo contrario). La mayoría de aquellos señores ni siquiera sabían que campeonato se estaba jugando. Daba igual. Simplemente eran del Madrid o del Barça. Esa es la realidad. Podemos seguir leyendo bonitas historias de príncipes y princesas pero esa es la cruel realidad.

No parece que nos perdiésemos gran cosa no obstante. Tampoco me sorprende. Si el equipo titular es penoso, romo, espeso y aburrido cualquier otra versión “inferior” de lo mismo debe llevar el concepto de aburrido hasta límites nunca antes conseguidos. Si encima las circunstancias no son las más adecuadas y tienes todo que perder pero nada que ganar (hay que reconocer que jugar el partido de ayer era un verdadero “marrón”) el resultado puede ser tan desangelado y prescindible como fue. Empate a uno dicen. Qué más da.

El único aliciente era el de ver a ese puñado de canteranos con los que Quique no parece contar a no ser que incluso el plan B se marche al carajo pero que un sector de la afición reclama con insistencia. No vi lo que ocurrió y no suelo fiarme de los intermediarios oficiales así que no debo juzgar el resultado del plebiscito porque además he leído de todo. Lo que si que puedo es dar mi opinión al respecto del uso del filial que francamente no es tan optimista. Por un lado me resulta prácticamente imposible creerme el que no exista en el equipo B un lateral derecho mejor que Valera porque de hecho es imposible. Por otro lado no entiendo que si el equipo necesita interiores no se prefiera alienar un interior del filial antes que poner en esa posición a Mario Suarez o Raúl García. Ahora bien, Quique será lo que sea pero no es bobo y por mucho amor que uno le tenga a los jugadores del filial (yo lo tengo y prefiero mil veces que la estrella de mi equipo sea del filial a cualquier otra opción) habría que echar un vistazo a la posición del equipo en segunda B (tonteando con el descenso) para darse cuenta de que tampoco estamos hablando de “la quinta del Buitre”. Aun así en este Atleti todo es tan oscuro y raro que es fácil pensar que nada es lo que parece.

Cuento los días en que acabe la liga para empezar a volver a empezar a volver a soñar con que la siguiente temporada se hagan bien las cosas. Podría ocurrir de aquí a Mayo esa chispa de suerte que nos haga colarnos en la Copa o en la UEFA pero del mismo modo que el año pasado no ocurrirá por una planificación bien hecha, un plan bien trazado ni una regularidad tranquilizadora. Será por otras circunstancias ajenas al trabajo diario.

¡¡Y ni siquiera es Navidad todavía!!

Confirmación en la religión de la mediocridad (R. Madrid 2 - At. Madrid 0)




Yo no sé ustedes pero yo he alcanzado el punto máximo de saturación. Estoy harto de tener que sentarme a estar en silencio. Estoy aburrido de la tristeza y sobre todo estoy absolutamente exhausto de chapotear una y otra vez en la mediocridad. Pestilente mediocridad. Estoy verdaderamente harto de excusas, dobles lecturas, análisis optimistas, datos engañosos, presunta mala suerte, presuntos malos arbitrajes y presuntas conjuras. Todo ello es mentira. El Atlético de Madrid ha confirmado está noche, por si quedaba alguna duda, que es un equipo mediocre, cobarde y tremendamente vulgar gracias a los que lo dirigen. En el despacho y en el banquillo. Un equipo entre tantos. Uno más. Simplemente. Uno más al que cada vez menos gente echa de menos.

Los herederos Gil pueden estar definitivamente contentos. El ciclo se ha cerrado. Su plan a largo plazo de lapidar una institución incómoda y centenaria para transformarlo en un producto blandiblú, digerible, de perfil bajo y predecible en el que poder elaborar tranquilamente sus maquinadas fechorías es un hecho. El Atlético de Madrid ya no interesa a nadie “importante” y cualquier opción más allá de ocupar su mediocre y vulgar papel en la liga de los estrellados no es viable. No es real. No es posible. El clan Gil y amigos ha construido esta gran patraña en base a una dirección deportiva mentirosa y gentil cuyos dos objetivos principales son, por este orden, suculentas comisiones en las transfusiones semestrales de jugadores mediocres y un equipo romo, plano basado en la asunción de la cobardía y el no fútbol como esencia. Mejor no destacar en nada. En esa particular dirección deportiva solo han podido entrar entrenadores con el mismo perfil cobarde y mediocre que asumieran de inmediato el papel de comparsa y que tuviesen grabados en la frente las tres grandes verdades de este nuevo club: Cualquier puesto por encima de séptimo es un gran éxito, el balón es nuestro gran enemigo y el rival siempre es igual o mejor. Quique, el último en llegar, no hace más aumentar la lista de Quiques que han venido antes que él para hacer lo mimo, igual que Mario Suárez no hace más en engrosar la lista de Clebers, Raules, Sosas y Luccines que lo precedieron y que también hicieron lo mismo. Esto es el Atleti señores. Una ruina ideológica, un insulto a la esencia y una vulgar gota en un mar de barro.

No me apetece hablar del partido de esta noche frente al Madrid porque me resulta humillante. Es humillante de hecho. Si este equipo es incapaz de salir a ganar en Salónica o en Rosenborg o en Villarreal... es imposible pretender que lo haga en el Bernabéu. Aunque fuese así los jugadores no se lo creerían tampoco hoy después del mensaje que como una tortura china les han ido metiendo en el cerebro. "Esta no es nuestra liga" dicen desde todos los ángulos. Desde dentro y desde fuera. ¿Cual es nuestra liga entonces? Si este equipo vive sistemáticamente de espaldas al balón es ingenuo pensar que hoy, en el Bernabéu, tuviesen la intención de jugar al fútbol. Por supuesto nada de ello ha ocurrido. El Atleti salió al campo como lo hará el Ceuta dentro de unos día (aunque ellos tendrán más orgullo) o cualquier equipo de esos que juega la liga y dan igual el puesto en el que acaben. Salíó a “jugar “ a lo que quiere Quique que es irónicamente no jugar. Metidos atrás, dando el balón y el partido al contrario y absolútamente cagados de miedo. Pocas veces he visto a un equipo salir más asustado a un campo. Si hay algo que le duela a un aficionado colchonero enfrentándose a su eterno rival es ver al equipo intimidado, acobardado y con síndrome de inferioridad. Pues bien, eso es exactamente lo que ha hecho el Atleti esta noche. La frivolidad de Mario Suárez es difícil de explicar pero probablemente no necesite explicación. Quique hace días que vive del aire del Olimpo y que ha perdido el norte. También el crédito ganado. Ver a Valera en el campo también duele. Un jugador que en circunstancias normales debería haberse retirado ya de la práctica del fútbol (por malo) es titular en el Bernabeu con el Atlético de Madrid. Probablemente eso explique muchas cosas.

Pero los jugadores son lo de menos. El miedo, la cobardía y la mediocridad van delante. El Real Madrid ha sido infinítamente superior en los minutos en los que todavía se disputaba un partido de fútbol. Por técnica, por actitud, por ganas, por juego, por intensidad, por valentía y por todo. Era como ver un partido entre un primera y un tercera regional acobardado y tenebroso. El Atleti aguantó como un flan los 13 minutos que el madrid tardó en marcar por mediación de Carvalho (tras falta a Reyes no pitada, por cierto). El Madrid que es un equipo de fútbol y que tiene (y tenía) un entrador de fútbol, que será cualquier cosa menos cobarde, siguió jugando exactamente igual y así, pocos minutos después, Ozil hacía el segundo en la falta de los despropósitos. Barrera mal colocada, defensa mal colocada, despeje mal despejado,... gol.

Con media hora en el reloj, 2-0 en el marcador y delante el Atleti, un equipo que normalmente es incapaz de llevar la iniciativa (por falta de costumbre), el partido estaba acabado. Por eso no me valen los análisis de las cosas que han ocurrido a continuación. La única duda era si los rojiblancos tirarían de casta para evitar la humillación o se dejarían llevar, ajenos al corazón colchonero. Ocurrió lo primero en una muestra más de que el problema de este equipo no son los cojones o la entrega.

Vale que el árbitro se comió un penalty clarísimo por manos de Xavi Alonso y vale que alguna ocasión pudo entrar antes el descanso. Vale que la segunda parte fue colchonera y el tiro al poste de Forlán y los fueras de juego y lo que quieran pero el partido estaba perdido a esas alturas y no se pueden sacar conclusiones de la desesperación. Ese es el problema de Quique y del Atleti contemporáneo, que tiene que esperar a estar muriéndose para pensar en moverse como Dios manda. Normalmente para entonces ya es tarde.

Lamentable, vergonzoso y humillante. Este equipo no es digno del nombre que usa ni de esos colores ni de ese escudo. No me siento identificado con esta institución acomodaticia, vulgar y prescindible. Perdiendo con todos los de arriba es difícil aspirar a algo que no sea vergonzoso. La liga está muerta para nosotros. Si es que no lo estaba ya.

No más discursos de filosofía barata. No más mentiras que me dejen la duda de si son verdad. No más discursos optimistas por parte de ingenuos engañados. Estupideces para aficionados a los libros de autoayuda. No más excusas para una realidad que es mucho más evidente de lo que algunos quieren ver. Sólo me queda arrojar la toalla o desprenderme de la emoción y el amor reservando tales dones para alguien o algo que verdaderamente lo merezca. Optaré por lo segundo de momento. Empatía cero con esta farsa de cadena de producción barata.

Repugnante McMenú (Rosemborg 1 - At. Madrid 2)



Pocos minutos después de celebrar el gol de Tiago en el frío polar de Trondheim y nada más acabar el partido un amigo con el que compartí el visionado del partido y un servidor nos cruzamos las miradas con la intención de comentar el encuentro. No fuimos capaces de sacar una sola frase. De hecho no emitimos una sola palabra. Dijimos: un puf! y nos pusimos a hablar sobre el capítulo piloto de Walking Dead, la nueva serie de AMC. Ver jugar al Atleti se ha convertido en una especie de cadena de comida rápida en la que deglutir cualquier engrudo de dudosa procedencia con el único objetivo de saciar el hambre puntual. A veces hace su función (como ayer) y te deja medianamente alimentado para un tiempo sin que se disfrute en el camino, ni que sirva realmente para mucho porque pasado el tiempo ves que no te has alimentado. Otras veces, la mayoría, lo que provoca es indigestión.

El juego, la filosofía, el planteamiento táctico o como lo quieran llamar de este Atlético de Madrid es tan pobre, triste y lamentable como totalmente predecible. Sólo tenemos una forma de ganar según el único guión que manejamos. El resto de posibles formas en las que podemos ganar depende ya básicamente del mundo de las ninfas. El guión es así: suponiendo que la consigna sea ganar (solamente en partidos de casa y partidos a domicilio donde matemáticamente no quede otra opción como en Noruega) el equipo sale los primeros diez minutos a morder. Presión arriba, velocidad, verticalidad y una necesidad imperiosa, casi enfermiza, de marcar cuanto antes. Una vez conseguido el gol el equipo se repliega regalando el balón, el juego, el campo y el fútbol. A partir de ahí sólo queda rezar. Si el gol no se consigue igualmente se pasa al plan sin fútbol confiando todo al talento y la inspiración de los dos o tres que tenemos inspirados. Es lo que se podría llamar el tiempo de la providencia. Si el gol llega en sentido contrario antes que el nuestro el partido ya está perdido. Este es el Atleti de Quique que aunque mejor entrenado, físicamente más homogéneo y tácticamente más trabajado es prácticamente el mismo Atleti que hemos visto por aquí desde que Luis Aragonés se fue del equipo (y quitando el Oasis fantasma de Pepe Murcia).

Lo de Rosemborg es un caso de libro. Salida en tromba, gol de Agüero (en clarísimo fuera de juego, por cierto) y fin del fútbol como concepto. El equipo se repliega y a esperar a la diosa fortuna. Si una opción así es lamentable y pordiosera sea contra quien sea (lo siento pero a mí me enseñaron de pequeño que el Atleti era otra cosa) podría llegar a entenderlo en otro contexto pero practicarlo frente a un equipo como el Rosemborg me parece directamente repugnante. Independientemente del resultado. El Atleti no juega al contrataque (habría mucho que discutir sobre que significa jugar al contrataque y que se entiende por el histórico contrataque colchonero) sino que práctica una suerte de vil y vulgar catenaccio, especulativo y tramposo, que se construye de espaldas al balón. La primera parte en Noruega fue un monólogo de los escandinavos en el dominio del juego, del balón y del fútbol. Me da igual que alguien esgrima que se tuvieron más ocasiones (el fallo delante de la puerta de Diego Costa es preocupante), que se pudo resolver y que el Rosemborg no inquieto. No lo hizo porque el equipo noruego es muy inferior y por pura fortuna. Repugnante el juego de mi equipo.

En la segunda parte ocurrió lo que tenía que ocurrir. Lo lógico incluso con equipos romos e inferiores. Los de Rosemborg salieron a por el partido con dignidad y sentido del deporte (eso que por aquí se valora tan poco) y consiguieron empatar con justicia divina en una mala acción de De Gea (alguna vez tenía que pasar) a tiro de Heriksen. A partir de ahí apareció el Tiempo de la Providencia. Un tiempo en el que como los campesinos en el campo esperando las lluvias todo se confía a la divina providencia intentando achicar agua de la forma menos caótica posible mientras llega el milagro. El Atleti achico agua con nervioso oficio y el Rosemborg totalmente volcado en el área madrileña pudo llevarse la victoria a pesar de su ingenuidad pero el milagro llego en la botas de Tiago en un glorioso disparo a la escuadra provocado por las circunstancias (sin pase fácil, sin nadie que desmarque, sin posibilidad de hacer jugada,…).

Ganando en casa contra el Aris el Atleti está matemáticamente clasificado y hasta el primer puesto está cerca y factible. Alguno dirá que eso es lo que vale y que los resultados dan la razón a esta forma tan ruin y poco original de encarar la vida. Tendría mil argumentos para rebatir tal aseveración pero sinceramente el tema ya me aburre tanto como el juego lamentable de mi equipo. Me voy a ver algo que merezca la pena y que no me deje la sensación de estar perdiendo mi vida y mis emociones en algo inútil.


Frío Noruego



Uno tiene el vicio y la mala costumbre de ver esto del fútbol como algo íntimamente relacionado con las gentes, la sociología, la historia, las sensaciones y un montón de cosas más allá de un resultado sobre impresionado en un resumen televisivo o de unos trabajados pectorales pertenecientes a un estúpido engreído que vive en un mentiroso altar de barro. No sé lo que me durará, porque el Atleti se diluye en la nada y porque me temo que no depende de mí el que todo esto se transforme definitivamente en una especie de NBA de plástico, con franquicias, sólo dos equipos, palomitas y espacios publicitarios, pero trataré de aferrarme a ello mientras dure. En ese particular contexto las competiciones extranjeras en general y europeas en particular son desde luego toda una fuente inagotable de historias o conocimientos y por ello es bienvenida cualquier competición continental para refrescar la memoria tirando de cerveza y amigos en el exilio…

Noruega es un país desconocido para la mayoría de ciudadanos de la Europa del sur y todavía lo es más su fútbol a pesar de ser el deporte más popular del país escandinavo. Aunque desgraciadamente en los últimos tiempos está surgiendo en Noruega esa terrible enfermedad que asola a otras partes del planeta dónde los supuestos aficionados al fútbol dirigen su mirada fuera del país y se declaran seguidores de los “grandes” clubes europeos y sólo después de sus equipos locales (a los que ven como de otro universo menos importante) lo cierto es que gracias a la reducida población (menor que la población de la Comunidad de Madrid) de un país de geografía complicada y al escaso poderío económico de los clubes profesionales, el fútbol local noruego tiene un agradable tufillo a inocencia que cuesta ya bastante encontrar por estas latitudes.

La competición más importante que se juega allí, su liga, tiene el exótico nombre de Tippeligaen y sólo fue profesional a partir de 1991, lo que dice bastante de dónde estamos. Aunque es una liga con el típico formato clásico de doble vuelta y partidos de promoción tiene alguna particularidad como la de tener que ser disputada entre Marzo y Noviembre por razones climatológicas. Aparentemente por esa misma razón (aunque hay quien dice que es porque eran muy “malos”) hasta bien entrada la década de los 70 los equipos de la zona norte del país, aquella que cae dentro del círculo polar ártico, tenían prohibido disputar la liga. En la actualidad, aunque la restricción ya no existe, el panorama no ha cambiado mucho y es el Tromso (que tiene el honor de ser el equipo más septentrional del mundo de entre aquellos que juegan las principales ligas de cada país) el único asentado en el círculo polar ártico que disputa la liga. Bajando por la parte noruega de la península escandinava desde el norte, el siguiente equipo que encontramos en la competición es el Rosemborg.

No conozco muchos países donde su equipo más importante y laureado esté localizado en un barrio de la cuarta ciudad en población de un país ya escasamente poblado pero este es el caso que nos ocupa. Rosemborg es un barrio puramente residencial de la ciudad de Trodheim y allí fue donde 12 muchachos decidieron en 1917 crear un club de fútbol para la zona. El nombre original no hacía referencia al barrio o a la ciudad sino que lo bautizaron como Sportsklubben Odd en honor al equipo más potente que existía entonces disputando ya competiciones en Noruega, el Idraetsforeningen Odd localizado en la industrial ciudad de Skien y que es el club más antiguo de Noruega y el primero que se fundó en el país. Como muchos otros “decanos” del fútbol mundial tiene su origen en los trabajadores ingleses desplazados a las factorías de la zona.

El espíritu amateur del equipo en los primeros años del nuevo “Odd” queda claro atendiendo a su recorrido de entonces que básicamente se reduce a partidos amistosos con equipos vecinos y pequeñas competiciones locales. Al igual que muchos otros equipos que nacieron entonces en las mismas circunstancias en todo el país los de Trodheim intentaron ingresar en la federación de fútbol noruega, como puerta de acceso a las competiciones regionales y nacionales, pero estos negaban sistemáticamente el acceso a todos estos nuevos equipos. La razón al parecer hay que buscarla en un miedo a diluir la competición repartiendo los escasos buenos jugadores que existían en demasiados equipos lo que a la postre provocó el efecto contrario, que los buenos jugadores pasasen a equipos ya asentados como el Odd de Skien. Esto indujo una situación complicada que hizo al actual Rosemborg coquetear con la desaparición como muestra el hecho de que en 1923 el equipo de Trodheim disputase un solo partido en todo el año.

Pero las cosas cambiaron en 1928 con nuevas personas a los mandos del club, una situación general diferente en cuanto a número de clubes optando a la elite y una federación menos restrictiva. De hecho el único impedimento que pusieron entonces para ingresar fue el de no poder albergar dentro de la federación a dos equipos con el mismo nombre y por ello tuvieron que modificarlo al definitivo Rosenborg Ballklub. Fue en la década de los 30 cuando consiguió jugar la primera competición oficial pero el verdadero auge del equipo surge a partir de los años 60 dónde definitivamente se asienta en la elite (en 1967 gana su primera liga). La culminación de imparable ascenso se concreta definitivamente con el cambio de siglo momento en el que el club se alza con el cetro del fútbol noruego de forma aplastante. En la actualidad tiene 21 ligas (el siguiente, el Fredikstad tiene sólo 9) y ello si se cuentan todas las máximas competiciones desde 1938. Si contamos desde que la liga es profesional en 1991 solamente 4 veces la competición no ha sido ganada por el Rosenborg y esas 4 veces el ganador ha sido siempre un equipo distinto cada vez. Evidentemente estamos hablando del mejor y más potente equipo de Noruega a mucha distancia de cualquier otro. Es el referente internacional a nivel de clubes y el habitual inquilino de la Champions que por circunstancias de la vida ha acabado este año en el mismo grupo del Atleti en la Europa League.

Sin perder la perspectiva del abismo que existe entre el fútbol noruego y el español, ese es nuestro rival. Un rival al que por cierto, hace mucho tiempo que nadie derrota en su campo independientemente de la competición.